“El diablo ya no vive aquí”, un lío y no de falda

Por los testimonios que en ocasiones suelen ofrecer sus propios integrantes, la vida matrimonial suele ser una completa maravilla o una total desgracia. Así de simple lo afirman sus respuestas.

Por los testimonios que en ocasiones suelen ofrecer sus propios integrantes, la vida matrimonial suele ser una completa maravilla o una total desgracia. Así de simple lo afirman sus respuestas.Sin embargo, cada quien tiene sus experiencias, debe vivirlo en carne propia y sacar sus conclusiones, tomando en consideración  las situaciones vividas por ambos.

En este caso, la nueva propuesta sobre las tablas del dominicano Giovanny Cruz, “El diablo ya no vive aquí”, refleja, a modo de comedia, lo caótico, agobiante y estresante que puede llegar a convertirse la vida conyugal, al punto que por momentos el público pudiese sentirse acosado, parte del drama, como si recibiese los insultos y quisiera defenderse, pero no puede.

Con Lumy Lizardo, en el papel de Maria Cristina, y Frank Ceara, como Mario Ernesto, la obra presenta el momento justo de su separación. Ella, es la típica vendedora de planes de resort, que tiene que soportar de todo para poder obtener una que otra venta, y poder así suministrar lo necesario del hogar que mantiene por cuenta propia. Por su parte, él, se dedica al canto lírico. Lo demás, como es costumbre, ya es historia. Lo poco que gana no le da para solventar la acomodada vida que le gusta disfrutar, y mucho menos para llevar “ni un maldito lírico peso” a su casa, como bien apunta su esposa durante todo el desarrollo de la trama.

Desde su inicio, la acción, cargada de mucho sentido de humor e ironía (aunque con cierta sobredosis de palabras obscenas, que por momentos, sin sentido), nos presenta a ambos personajes en medio de una moderna habitación matrimonial. Es en este escenario donde María Cristina (Lumy), durante todo el devenir de la pieza, introduce ropas, zapatos, prendas y perfumes en múltiples  maletas, mientras Mario Ernesto (Frank) escucha música, bebe alcohol y se muestra indiferente ante la despedida de su esposa. Frente a tal actitud, los dos aprovechan para descargar todas las situaciones que llevaron su matrimonio a la posible e inquebrantable ruptura. Sin embargo, a pesar de presentar una delicada situación, el ácido y ocurrente sentido de humor, aliviana el encuentro.

Respecto a las actuaciones, la histriónica Lumy encaja perfectamente en la piel de la  protagonista del libreto, a pesar de que en ocasiones recuerda fielmente a sus personajes televisivos, lo que hasta cierto punto no le permite adentrarse de la mejor forma en su papel, transformarse ciento por ciento. De su parte, Frank juega un papel muy “pasivo” en el transcurso, no logra explotar sus capacidades de actuación.

Finalmente, uno de los dos se marcha. Alguien llama por teléfono dos veces preguntando por quien ya ha partido. Revelador resultará el final para los que tengan la oportunidad de asistir a esta primera comedia de Cruz, y comprobar por cuenta propia cuál de los dos, en verdad, es el “diablo” que ya no vive allí, en la casa, escenificada por el maestro Fidel López y ambientada (luces) por Lillyana Díaz.

Reconocimiento

Como ya es costumbre en sus presentaciones, el productor Juancito Rodríguez rindió un homenaje a Ángel Haché, “por sus valiosísimos aportes al desarrollo del teatro dominicano, como actor y maestro”. Al homenajeado le acompañaron también los destacados María Castillo y Augusto Feria.

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