“¡Ay, no me digan que había trata en el Doll House!”

Cuando la Procuraduría General de la República Dominicana desarticuló el Doll House el 1ero de diciembre, bajo alegato de que en el establecimiento se explotaba sexualmente a 15 mujeres extranjeras, se escuchó en algunos comentaristas un alarido&#8230

Cuando la Procuraduría General de la República Dominicana desarticuló el Doll House el 1ero de diciembre, bajo alegato de que en el establecimiento se explotaba sexualmente a 15 mujeres extranjeras, se escuchó en algunos comentaristas un alarido de las cavernas subliminal. “¡Ay, no me digan que había trata de personas en el Doll House!”, dicen hoy los trogloditas. Hay quienes prefieren aferrarse a la ilusión de que a las mujeres les encanta su rol de subordinadas y no hay allanamiento que los saque de su muy conveniente fantasía…

No importa que encuentren evidencia de explotación en Pasión, Casa Blanca, ni en el Doll… siempre habrá un segmento poblacional que se rehusará a admitir que la base de la prostitución (así como de la industria del sexo en general) es la explotación. Muchos se sorprenden cuando se enteran de que la gran mayoría de las mujeres y niñas no sueñan con ser el juguete sexual de ningún hombre. También se sorprenden cuando sale estudio tras estudio que demuestra que los comunes denominadores de que una mujer termine bailando en un tubo, son la violación (especialmente en la infancia), la pobreza y la adicción.

Lo que sucede es que cuando vemos una mujer cumpliendo roles subordinados (sea bailando en un tubo, en un estadio de béisbol o en un prostíbulo), en la mente de quienes se creyeron el cuento de que las mujeres somos inferiores a los hombres, ocurre una tendencia psicológica que se llama “sesgo de confirmación”.

Ese sesgo informa que por más teoría y activismo que las feministas intenten imbuir en la sociedad, a las mujeres sí les gusta que las cosifiquen. Cuando sabemos que existen lugares como el Doll House, el mensaje que reciben las mentes susceptibles es “el patriarcado tenía razón” y “mi machismo es justificado”.

A las pocas mujeres (en relación con el número de hombres) que visitan esos lugares, el mensaje es que “si no puedes vencer la opresión, ¡mejor únetele!” A nosotras nos crían en el mismo sistema machista que a todo el mundo. No vamos a ninguna escuelita ultrafeminista donde nos enseñan a descodificar mensajes misóginos… que muchas de nosotras los internalicemos no es sorpresa.

A los hombres, el Doll House y lugares similares que aún están abiertos, les dice que toda mujer tiene un precio. La industria de la prostitución, en todas sus amplias ramificaciones, es una burbuja que ronda los 32 billones de dólares anuales donde los hombres del mundo pueden entrar y pretender por unas cuantas horas que el feminismo no existe. También que, por el precio adecuado, tú puedes pagar para tratar a las mujeres como el objeto sexual “alegremente” cosificado que te prometió el patriarcado desde chiquito.

¡Qué ameno debió ser el Doll House para los hombres “obligados” a disimular sus resentimientos contra las mujeres todos los días en el trabajo! ¡Qué buen rato de diversión debía ser para los misóginos (los conservadores y los supuestamente “progresistas”) saber que por un par de horas podían escapar de tanto palabrerío de reivindicación de derechos e igualdad y disfrutar, a sus anchas la subordinación prometida!

Y así mismo, que decepción tan grande deben de haberse llevados los prostituidores (y sus simpatizantes) al enterarse de que su antro de entretenimiento misógino favorito estaba lleno de trata… no porque les importe el bienestar de las mujeres ni su situación de esclavitud sexual; sino porque ahora van a tener que buscar otro lugar donde satisfacer sus fantasías de placer patriarcal.

Felicidades a la Procuraduría de la República y en especial, al procurador Jean Alain Rodríguez por la valentía que ha demostrado en este tema.

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