“La poesía es parte de mi modo de concebir y explicar la existencia”

A la hora de escribir suele ser metódico, disciplinado. No cree en la inspiración que se mueve antojadiza o caprichosamente. Cree, con Picasso, en la inspiración o motivación que nos encuentra o asalta mientras trabajamos, mientras despellejamos&#8230

“La poesía es parte de mi modo de concebir y explicar la existencia”

A la hora de escribir suele ser metódico, disciplinado. No cree en la inspiración que se mueve antojadiza o caprichosamente. Cree, con Picasso, en la inspiración o motivación que nos encuentra o asalta mientras trabajamos, mientras despellejamos&#8230

A la hora de escribir suele ser metódico, disciplinado. No cree en la inspiración que se mueve antojadiza o caprichosamente. Cree, con Picasso, en la inspiración o motivación que nos encuentra o asalta mientras trabajamos, mientras despellejamos las sienes en el proceso creativo. Nuestro entrevistado, el destacado poeta José Mármol, si bien aprovecha la espontaneidad con que nos sorprende el aluvión de palabras, hace de cada libro un proyecto, un pequeño mundo. “Al redactar un artículo o un ensayo abro un caudal de ideas y palabras que se organizan de acuerdo a unos ejes, un sentido, una estrategia frente al hipotético lector”, nos cuenta. Para él, escribir es, como en Ezra Pound, exprimirse el cerebro. Pero, también como en José Luis Sampedro, escribir es simplemente vivir.

¿Qué lo ha dejado “atrapado” en el mundo de la poesía? Más que atrapado, diría, como Cervantes, “contagiado”. Para el genio español autor de El Quijote, la poesía es una enfermedad contagiosa, incurable y peligrosa. Su virus me afectó justo en el momento de mi niñez en que, por déficit de interés del Estado en la educación integral de sus ciudadanos, la Escuela de Bellas Artes de La Vega tuvo que cerrar sus puertas. Al no poder seguir dibujando y pintando, escogí, desde los once años de edad, la lectura y escritura, especialmente, de poesía, como alternativa para canalizar energías creativas y la voluntad de expresarme.

Es usted fundador y director de la Colección Egro de Poesía Dominicana. ¿Qué objetivos tiene la misma? Así es. Se me ocurrió en 1985, para respaldar, sin tener recursos siquiera, a los jóvenes de mi generación que tenían interés en publicar su primer libro de poemas. Allí anidaron con su opera prima poetas como Médar Serrata, León Félix Batista, Pastor De Moya y Adrián Javier, entre otros. Con el tiempo, he ido publicando mis propios libros bajo ese sello, así como, recientemente, una antología del destacadísimo poeta español Luis García Montero, con poemas seleccionados por el poeta y editor, también andaluz, Juan Carlos Abril.

¿Con cuáles palabras podría definir su producción literaria a una persona que desconoce su obra? Empezaría por explicarle que solo escribo pequeños garabatos. Es decir, que lo que publico, en confesa actitud borgeana, no son más que borradores de lo que me hubiese gustado realmente escribir. Garabato es, pues, una palabra clave. Otra podría ser pensamiento. El poema es, a mi ver, un constructo de pensamiento, por cuanto su esencia originaria y su fin ulterior es el lenguaje. Otra sería sentimiento, porque el poema es un péndulo que oscila entre el pensamiento y el sentimiento, en una trayectoria de lengua-cultura. Como en Unamuno: piensa el sentimiento y siente el pensamiento. La otra palabra clave sería lengua; es decir, el sistema simbólico por excelencia en una cultura, que permite expresar, en distintos lenguajes (plástico o visual, sonoro, signos), la riqueza y las miserias propias de la dimensión estética del espíritu humano. La última palabra clave sería lector, porque es este quien completa el proceso creativo del autor.

¿De todo su trabajo tiene algún “niño mimado”? Cada libro es la concreción de un proyecto estético y lingüístico determinado. Subyace en cada uno la estrategia del poema que concebía en ese período. Unos han sido premiados; otros no. Pero, no por haber logrado lo primero remontan sobre otros en preferencia del escasísimo público lector o de los argumentos o guirigáis de la crítica y la seudocrítica literarias.

Su labor ha sido reconocida en varias ocasiones, entre ellas con el Premio Casa de América de Poesía Americana (2012) y el Premio Nacional de Literatura (2013). ¿Qué importancia tiene para usted el ser reconocido por los distintos gremios que validan este quehacer artístico? Quisiera perseverar en la idea de que los premios, si bien hemos de recibirlos con humildad y gratitud, son una contingencia. Con esto quiero decir, que pueden o no ser, que pueden o no tener lugar, que por ser premiadas una obra literaria o una trayectoria como escritor no quiere decir que sean superiores a otras, sino, más bien, que se reconoce en ellas una determinada singularidad, un conjunto de aportes a la lengua, una serie de desafíos a los hábitos de pensamiento y a la tradición, un aliento y una voz particulares. En mi caso, un premio, un reconocimiento no son más que estímulos para afianzar mi radicalmente soberano compromiso con la creación imaginativa a partir de la lengua con que interpreto y me comunico con mi mundo y con mi tiempo. Escribir es poner un simple acento en el idioma del universo.

¿Considera que este tipo de premiaciones ayudan a impulsar la obra de un escritor? Ayudan a la proyección, nacional e internacional, de la obra de un autor. No la harán mejor; tampoco peor. Permitirán, en todo caso, situarla en el contexto de la tradición, las rupturas y la evolución de la lengua y la cultura en que gravita, y desde ellas, tendrá un impacto en ese magma incompresible, a veces, que se llama globalización. Los premios, insisto, son una contingencia.

Dada su experiencia, ¿podría justificarse el largo período de silencio de un escritor? Más que una justificación, se trataría de una elección. En un escritor, como en un músico, el silencio es tan importante como la palabra o el acorde. Cuando un escritor somete el oficio al mandato del mercado editorial su obra por venir está condenada al fracaso o a algo peor, la mediocridad. Como consideró Wittgenstein de las proposiciones, que si no sabes acerca de ellas lo mejor es callar, igual se puede afirmar e la creación literaria: si no tienes algo novedoso e interesante que decir o que contar, mejor sería encerrarse en el silencio. En arte, cantidad no es sinónimo de calidad; como tampoco, más tiempo implica conquistar la eternidad.

¿Cómo evalúa la escena literaria actual en República Dominicana? Dices bien. Se trata de una escena. Tiene su atmósfera, su tiempo, sus actores y, por supuesto, alguna trama. Estamos migrando de una praxis endógena con elevados ribetes de narcisismo (ser cabeza de ratón y no cola de león) hacia una praxis exógena, de contacto con el mundo (que ya no es exterior, sino, solo mundo global), que ha permitido la inserción de autores dominicanos en catálogos de editoriales de prestigio en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Vamos pasando del resabio al silogismo. Y si bien nuestros antecesores aportaron a la consolidación de una tradición y de una cadena de rupturas que reafirmaron esa tradición, las nuevas generaciones tendrán la oportunidad de situar nuestra literatura en un contexto todavía más universal. El talento lo tenemos, hacen falta las oportunidades editoriales y de proyección global de nuestras creaciones.

¿Comparte la poesía con otra profesión? La escritura, en países como el nuestro, que se afanan en vérselas con el desarrollo alguna vez, no llega a ser una profesión; es, apenas, un oficio. Comparto, pues, el oficio de escribir con mi profesión que es la del ámbito de las comunicaciones corporativas y las relaciones públicas. Antes estuve también en la academia, en la que enseñaba filosofía, nunca literatura. De ahí que considere, como Juan Carlos Onetti, que tengo con la literatura una “relación adúltera”, y no como él mismo dice de Vargas Llosa, que tiene “un matrimonio” con ella. La poesía es parte integral de mi vida, de mi modo de concebir y explicar la existencia, el tiempo y la sociedad en que me ha tocado vivir.

¿Qué le gusta hacer a José Mármol en su tiempo libre? ¿Qué disfruta? Un escritor es un ser humano común y corriente. Su particularidad estriba en su sensibilidad ante los fenómenos del lenguaje. En la sociedad posmoderna, que somete al individuo al rigor de la eficiencia productiva y el consumismo delirante, el tiempo libre no existe. Tienes que construirlo. Hemos perdido el culto al ocio y su auténtico disfrute. En el tiempo libre que construyo me place ejercitarme al aire libre, montando bicicleta. Además, soy apasionado de las motocicletas y me encanta rodar por carreteras en mi Harley-Davidson, junto a mi esposa, nuestros hijos y un grupo de buenos amigos. Me gusta ir al cine, en fin.

Sus razones para seguir viviendo son… La metáfora bíblica que asocia el acto de la vida a un soplo sobre un puñado de barro es un gran acierto. La vida es un don tan frágil como una simple bocanada de aire. La mayor razón para vivir es vencer, a cada instante, el miserable y maldito halo de la muerte. La creación estética es una impronta del hecho de vencer la muerte, la esterilidad, la autodestrucción humana. Escribir es, en mi caso, y en mi más celosa intimidad, el más importante motivo para seguir viviendo.

 

Posted in Sin categoría

A la hora de escribir suele ser metódico, disciplinado. No cree en la inspiración que se mueve antojadiza o caprichosamente. Cree, con Picasso, en la inspiración o motivación que nos encuentra o asalta mientras trabajamos, mientras despellejamos las sienes en el proceso creativo. Nuestro entrevistado, el destacado poeta José Mármol, si bien aprovecha la espontaneidad con que nos sorprende el aluvión de palabras, hace de cada libro un proyecto, un pequeño mundo. “Al redactar un artículo o un ensayo abro un caudal de ideas y palabras que se organizan de acuerdo a unos ejes, un sentido, una estrategia frente al hipotético lector”, nos cuenta. Para él, escribir es, como en Ezra Pound, exprimirse el cerebro. Pero, también como en José Luis Sampedro, escribir es simplemente vivir.

¿Qué lo ha dejado “atrapado” en el mundo de la poesía?
Más que atrapado, diría, como Cervantes, “contagiado”. Para el genio español autor de El Quijote, la poesía es una enfermedad contagiosa, incurable y peligrosa. Su virus me afectó justo en el momento de mi niñez en que, por déficit de interés del Estado en la educación integral de sus ciudadanos, la Escuela de Bellas Artes de La Vega tuvo que cerrar sus puertas. Al no poder seguir dibujando y pintando, escogí, desde los once años de edad, la lectura y escritura, especialmente, de poesía, como alternativa para canalizar energías creativas y la voluntad de expresarme.

Es usted fundador y director de la Colección Egro de Poesía Dominicana. ¿Qué objetivos tiene la misma?
Así es. Se me ocurrió en 1985, para respaldar, sin tener recursos siquiera, a los jóvenes de mi generación que tenían interés en publicar su primer libro de poemas. Allí anidaron con su opera prima poetas como Médar Serrata, León Félix Batista, Pastor De Moya y Adrián Javier, entre otros. Con el tiempo, he ido publicando mis propios libros bajo ese sello, así como, recientemente, una antología del destacadísimo poeta español Luis García Montero, con poemas seleccionados por el poeta y editor, también andaluz, Juan Carlos Abril.

¿Con cuáles palabras podría definir su producción literaria a una persona que desconoce su obra?
Empezaría por explicarle que solo escribo pequeños garabatos. Es decir, que lo que publico, en confesa actitud borgeana, no son más que borradores de lo que me hubiese gustado realmente escribir. Garabato es, pues, una palabra clave. Otra podría ser pensamiento. El poema es, a mi ver, un constructo de pensamiento, por cuanto su esencia originaria y su fin ulterior es el lenguaje. Otra sería sentimiento, porque el poema es un péndulo que oscila entre el pensamiento y el sentimiento, en una trayectoria de lengua-cultura. Como en Unamuno: piensa el sentimiento y siente el pensamiento. La otra palabra clave sería lengua; es decir, el sistema simbólico por excelencia en una cultura, que permite expresar, en distintos lenguajes (plástico o visual, sonoro, signos), la riqueza y las miserias propias de la dimensión estética del espíritu humano. La última palabra clave sería lector, porque es quien completa el proceso creativo del autor.

¿De todo su trabajo tiene algún “niño mimado”?
Cada libro es la concreción de un proyecto estético y lingüístico determinado. Subyace en cada uno la estrategia del poema que concebía en ese período. Unos han sido premiados; otros no. Pero, no por haber logrado lo primero remontan sobre otros en preferencia del escasísimo público lector o de los argumentos o guirigáis de la crítica y la seudocrítica literarias.

Su labor ha sido reconocida en varias ocasiones, entre ellas con el Premio Casa de América de Poesía Americana (2012) y el Premio Nacional de Literatura (2013). ¿Qué importancia tiene para usted el ser reconocido por los distintos gremios que validan este quehacer artístico?
Quisiera perseverar en la idea de que los premios, si bien hemos de recibirlos con humildad y gratitud, son una contingencia. Con esto quiero decir, que pueden o no ser, que pueden o no tener lugar, que por ser premiadas una obra literaria o una trayectoria como escritor no quiere decir que sean superiores a otras, sino, más bien, que se reconoce en ellas una determinada singularidad, un conjunto de aportes a la lengua, una serie de desafíos a los hábitos de pensamiento y a la tradición, un aliento y una voz particulares. En mi caso, un premio, un reconocimiento no son más que estímulos para afianzar mi radicalmente soberano compromiso con la creación imaginativa a partir de la lengua con que interpreto y me comunico con mi mundo y con mi tiempo. Escribir es poner un simple acento en el idioma del universo.

¿Considera que este tipo de premiaciones ayudan a impulsar la obra de un escritor?
Ayudan a la proyección, nacional e internacional, de la obra de un autor. No la harán mejor; tampoco peor. Permitirán, en todo caso, situarla en el contexto de la tradición, las rupturas y la evolución de la lengua y la cultura en que gravita, y desde ellas, tendrá un impacto en ese magma incompresible, a veces, que se llama globalización. Los premios, insisto, son una contingencia. l

La inspiración
Como hizo referencia alguna vez Picasso, creo en aquella que sólo se consigue con la perseverancia y el trabajo”.

A nivel local
El talento lo tenemos, hacen falta las oportunidades editoriales y de proyección global de nuestras creaciones”.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas