Si usted transita con regularidad por la avenida Abraham Lincoln, como si se dirigiera al Malecón de Santo Domingo, seguro lo ha visto.En uno de los bancos del pequeño parque de forma triangular está sentado todo el día, como si no tuviera ocupaciones y le sobrara el tiempo, un hombre de grandes proporciones físicas que abarca casi la mitad del asiento.
“José Tortuga”, como dice llamarse, vive en el populoso sector de Cristo Rey, pero sus días transcurren en el parquecito donde se siente bien al fresco que le ofrece el mar Caribe. “Aquí todo bien, cogiendo un airecito”, dice a los periodistas de elCaribe.
Vestido con una camiseta negra gastada por el tiempo y pantalones raídos y sucios, José, de apariencia tranquila e inalterable, recibe pequeñas muestras de afecto y solidaridad por parte de los que siempre transitan por el lugar.
“José, ven a buscar lo tuyo”, le vocea un cobrador de guagua mientras le lanza un bizcochito que el indigente se para a recoger. Dice que siempre encuentra qué comer gracias a las almas caritativas que le dan algunos alimentos.
El infortunio y la desgarrante pobreza que le arropa parecen no preocuparle ni quitarle el sueño a José, quien responde que todo está bien ante cualquier pregunta con una inseparable sonrisa que muestra los pocos dientes que le quedan.
José no tiene hijos ni mujer pero sí le sobriviven sus padres que viven en el populoso sector. Según dice, ni los limpiabotas ni las prostitutas que frecuentan el lugar le molestan.
Con dos botellitas, una de agua y otra de algo parecido a ron envueltas en una vieja gorra que reposa en el banco y un saco con sus pocas pertenencias, echa los días en el parque de la Lincoln. Se trata de alguien al que muchos catalogarían como un “loco manso” y a quien todos en el barrio Cristo Rey conocen como “José Tortuga”.
