“Recaudar no basta”

El debate que generó el impuesto a la circulación vehicular en el país motiva a recordar que la reforma del gasto público y de los impuestos es una de las más importantes reformas para lograr crecimiento e inclusión social, y está todavía…

El debate que generó el impuesto a la circulación vehicular en el país motiva a recordar que la reforma del gasto público y de los impuestos es una de las más importantes reformas para lograr crecimiento e inclusión social, y está todavía pendiente en la región. Este es el mensaje central del reciente informe del BID titulado “Recaudar no basta. Los impuestos como instrumento de desarrollo”.

Hay que reconocer que, entre el gasto público y el ingreso, el primero tiene implicaciones más importantes para el desarrollo porque su cantidad y calidad son las que hacen posible que el Estado pueda proveer bienes y servicios públicos imprescindibles que nadie más puede ofrecer. Sin embargo, a largo plazo, los impuestos son los que definen cuánto de ellos se puede potencialmente proveer porque son los que generan los recursos. Además, el tipo de impuestos que prevalezca determina quiénes llevan la carga del financiamiento y el costo que pagan. De allí que aunque lo urgente sea iniciar una profunda reforma del gasto reduciendo y castigando la corrupción, y redirigiéndolo hacia áreas críticas para el bienestar y la productividad de los negocios, la importancia de los impuestos no debe ser menospreciada.

En “Recaudar no basta”, el BID destaca cinco cambios imperiosos en los sistemas tributarios de América Latina y el Caribe. El primero es hacer más progresivos los impuestos, es decir, que graven más a los más ricos y menos a los más pobres. Esto implica reducir las exenciones que plagan al impuesto sobre la renta (ISR). En República Dominicana, las exenciones al ISR implicarán en 2013 un monto de casi 17 mil millones de pesos o 0.7% del PIB.

El segundo se refiere a hacer los sistemas tributarios más sencillos, que reduzcan el número de excepciones y privilegios a actividades y sectores.
Cuando las exenciones son numerosas, la base de contribuyentes se estrecha y la capacidad recaudadora se reduce, mientras quienes tributan suelen sentir una elevada carga que reduce sus posibilidades de crecimiento. Los privilegios tributarios son instrumentos legítimos y muchas veces necesarios para el fomento de sectores económicos, pero cuando son excesivos y se prolongan en el tiempo, pierden su capacidad de promover cambios deseables y penalizan innecesariamente al resto.

El tercero es fortalecer las capacidades de las administraciones tributarias para hacer que empresas y personas tributen. Una baja capacidad resulta en una alta evasión fiscal. Aunque las administraciones tributarias han mejorado, el BID estima que cerca de la mitad de las recaudaciones potenciales del impuesto sobre la renta y un cuarto de las de los impuestos al valor agregado (IVA o ITBIS) se pierden por la evasión. La percepción de que algunos se salen con las suyas y no aportan al “serrucho nacional” erosiona la credibilidad del Estado y retroalimenta la evasión, reduciendo su capacidad para proveer lo que se espera de él por falta de recursos.

Otro resultado es que como los sistemas tributarios están pensados para los grandes contribuyentes, ahuyentan a los pequeños negocios a los cuales les resulta insoportablemente difícil y costoso cumplir con la ley, ya no sólo por los odiosos anticipos y la carga tributaria, sino también por el esfuerzo administrativo que implica estar en regla.

El cuarto es mejorar las capacidades fiscales de los gobiernos locales. Los cabildos no recaudan y contribuyen poco en la provisión de servicios para el desarrollo. Descentralizar el fisco parece una tarea titánica por la pasmosa incapacidad que muestran las alcaldías, a lo que se suma que reproducen “en pequeño” muchas de las desdichas del nivel central. Sin embargo, es extremadamente importante porque son éstos los gobiernos más cercanos a la gente, los que tienen mayor potencial para responder a necesidades específicas de los territorios, y los que pueden ser mejor fiscalizados por la ciudadanía. Por último, el BID propone crear sistemas tributarios que miren hacia el futuro, como aquellos que gravan las rentas que generan los recursos naturales para capitalizar los beneficios de aquellos que se agotan como los minerales, y usar más activamente impuestos que generan beneficios ambientales.

No es que se estén diciendo cosas nuevas, o que todas sean infalibles, pero reflejan un cambio positivo en el discurso en procura de un sistema más progresivo y que refuerce las capacidades fiscales del Estado. Con pacto o por decisión de mayorías, hay que avanzar en esa dirección.

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