La ley del libro y el apuro de los escritores

Escribir el presente artículo significa llamar la atención del Estado y sus organismos colaterales para que, definitivamente, se proteja a los escritores. ¡A los mendigos escritores nacidos en esta media isla de nuestros amores!No obstante,…

Escribir el presente artículo significa llamar la atención del Estado y sus organismos colaterales para que, definitivamente, se proteja a los escritores. ¡A los mendigos escritores nacidos en esta media isla de nuestros amores!
No obstante, sé -y no es que el escepticismo arrope mi cabeza- que tal vez ninguna autoridad le hará caso al reclamo.

Entonces habrá que volver a citar al humanista fray Antón de Montesinos y su histórico Sermón de Adviento, 1511 (Clamar en el desierto).

Miguel Solano, poeta, cuentista y ensayista, escuchó “mis gritos” cuando en un fortuito encuentro le comenté que estaba dándole los últimos toques a la producción de mi nuevo libro el cual tengo pautado para hacerlo público en la segunda semana de octubre, pero que a la fecha no tenía seguridad de cumplir con mi anhelo debido a que no había encontrado respaldo económico.
Es “normal” que los escritores dominicanos pasen por esos apuros que ocasionan serias dificultades para publicar sus obras.

Solano me dio ánimo. Me exhortó a no desmayar, que continuara con mi proyecto y que revisara la llamada ley del libro promulgada por el Poder Ejecutivo en el 2008 (ley 50-208).

Esa ley, en su artículo 16, precisa sobre la industria editorial: “La actividad de editar libros, los procesos gráficos y técnicos relacionados con la misma, así como la actividad de distribución y venta de libros, tienen carácter de industria para todos los efectos legales y de promoción económica y sectorial.
Estas actividades tienen acceso a los planes y programas de crédito, fomento industrial en las condiciones de cuantías, garantías, intereses y plazos que defina el Estado dentro de sus políticas de desarrollo para las demás industrias”.
Pero esa disposición legal, ¿ha sido puesta en práctica para beneficiar a los mendigos escritores dominicanos?

Una esperanza: Que cada alcaldía, como un mandato de la ley, entregue mensualmente $18,000 a las bibliotecas municipales para que organicen encuentros con escritores. Esos $18,000 serían distribuidos del modo siguiente:
$10,000 para el escritor, como pago por cada conferencia; $5,000 para comprarle sus libros y $3,000 para comida y refrigerios.

Asimismo, el Plan Nacional de Lectura, pese al gran esfuerzo de sus miembros, no ha funcionado. La lectura en este país es prácticamente nula. Salvo, desde luego, honrosas excepciones.

Para los escritores dominicanos,
¿habrá alguna luz al final del túnel?

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