Libertad de expresión: ¿para todos o sólo para usted?

Crecí en una sociedad donde a diario escuchaba en la radio a importantes líderes políticos de izquierda y derecha pedir respetarle su derecho a opinar sobre temas de la política nacional, donde escuchaba a periodistas y analistas pedir respeto…

Crecí en una sociedad donde a diario escuchaba en la radio a importantes líderes políticos de izquierda y derecha pedir respetarle su derecho a opinar sobre temas de la política nacional, donde escuchaba a periodistas y analistas pedir respeto a la libertad de expresión y difusión del pensamiento, donde sacerdotes y pastores evangélicos pedían respeto a la libertad de cultos, donde empresarios pedían respeto a la libre empresa, y donde los trabajadores pedían respeto a la libertad sindical. Siempre entendí que aquellos reclamos eran válidos, toda vez que cada ser humano tiene el sagrado derecho de expresar libremente su opinión, indistintamente de su clase social, de su oficio o profesión, de su militancia política y de su religión, pues no hay nada mejor que la democracia y la libertad para opinar en función de su propio parecer.

Pero los tiempos han cambiado, y quienes ayer reclamaban libertad para su expresión y derecho a emitir su propia opinión, hoy son los primeros que imponen la censura del insulto contra todo aquel que opine de forma diferente, pues hoy hay una evidente dictadura donde a usted se le obliga a opinar en base a los intereses de los demás, y no en base a sus propios conocimientos, a su propia experiencia y a su propia convicción, so pena de ser enjuiciado en el paredón moral del “Foro Público” donde a usted se le acusa de traidor y vendido.

Hoy día, los únicos que tienen derecho a opinar sobre determinados temas sociales, políticos, ambientales y migratorios, son quienes opinan de manera coincidente con los dictadores que imponen la línea a seguir en esos temas, y lo penoso es ver gente afilando cuchillo de obsidiana para su propia garganta, pues, quien siembra vientos, tarde o temprano cosechará tempestades, porque Guillotin inventó la guillotina, y murió guillotinado.

Ahora resulta que si usted opina en contra de la Sentencia 168-13, emitida por el Tribunal Constitucional, usted es un gran defensor de los derechos humanos de todos los ciudadanos nacionales y extranjeros, y tiene todo el derecho y la autoridad para hablar, pero si usted está a favor del respeto a esa Sentencia usted es desautorizado y mandado a callar, aunque usted sea el Presidente de la República, o sea, uno de los mejores abogados.

De igual modo, si usted opina en contra de la explotación minera de la loma de Miranda usted es un héroe nacional digno de condecorar, y se le permite hablar, pero si usted opina a favor de una explotación responsable, como mandan la Ley Minera 146 y la Ley Ambiental 64-00, usted es un villano vendido a Falcondo Xstrata Nickel, y usted no tiene derecho a opinar, no importa que usted sea el Ministro Administrativo de la Presidencia, o sea el Ministro de Ambiente, o sea el Ministro de Industria, o sea el Director de Minería, o sea Senador o Diputado de la República, o presida una Cámara de Comercio, o presida una Sociedad de Geología que agrupa a cientos de geólogos, o presida la Comisión Ambiental del partido de gobierno.

Quienes siempre reclamaron libertad de expresión hoy son dictadores mediáticos que imponen la censura a la libertad de expresión, sobre la base de que usted tiene una sola opción: o usted apoya su opinión, o a usted se le lleva al paredón de la nación. Creía que cuando usted pedía libertad de expresión, la pedía para todos, pero veo que era sólo para usted, y si un día eso se revierte contra usted, luego no se queje. l

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