Limpiar la casa

Otra vez la corrupción en las instituciones llamadas a perseguir el crimen sale a flote. El brutal asesinato del teniente coronel César Augusto Ubrí Boció confirma lo que observa la sociedad en la última década: el involucramiento de los uniformados

Otra vez la corrupción en las instituciones llamadas a perseguir el crimen sale a flote. El brutal asesinato del teniente coronel César Augusto Ubrí Boció confirma lo que observa la sociedad en la última década: el involucramiento de los uniformados en narcotráfico y crímenes horrendos, asaltos y sicariato.

Una vergüenza y una deshonra para los uniformados honestos que tratan de cumplir con su deber, que como van las cosas serán los elementos de excepción en instituciones cada vez más penetradas por el crimen.

No hay que insistir en el hecho de que la infiltración en los institutos armados es una expresión de victoria malvada de la delincuencia, pues esa práctica concede ventajas muy especiales a los criminales. Tienen acceso previo de los “operativos” y se prevalen de sus posiciones de control y mando para eludir la persecución. Son cánceres, una carcoma que corroe la moral de cualquier institución.

No estamos ante un fenómeno nuevo. Se acrecienta en la década de los 90. El pasado reciente muestra los niveles de complicidad que crearon las bases para que viviésemos las pesadillas de hoy.  Cómo se corrompieron los departamentos de “asuntos internos”. Casos que han sugerido el involucramiento de jerarcas que nunca fueron procesados.

Ese estado de tolerancia y participación de beneficios crearon el ambiente para que el país viera estupefacto el develamiento de la banda de Quirino Ernesto Castillo, las matanzas de Paya en Baní, Pedro Brand, en Santo Domingo. La orgía de sangre protagonizada por Figueroa Agosto, todas en asociación con uniformados.

Desde entonces, hasta destacamentos completos de policías se han convertido en asociaciones de malhechores. Mao, 2002, o los “destapes” de 2009, en La Vega, Azua, Bonao y Puerto Plata.

Con pena, hay que deplorar que precisamente un oficial clave en la DNCD cayera abatido por un compañero de armas, emparentado además con otro oficial policial capturado con 185 libras de marihuana.

Los jefes de la Policía, de la DNCD y las Fuerzas Armadas se irritan cuando se observan estas barbaridades. Pero lo primero que deben hacer es emplearse a fondo para limpiar la casa.

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas