“Lo más difícil es tener que elegir a quién salvar”

“Hace un par de días atrás, cuando tenía unos 11 ó 12 años…”  Así inicia su testimonio Erdwin Olivares, para relatar su historia de asombros, satisfacción y peligro, que empezó como niño explorador hasta llegar a ejecutar rescates extraord

“Hace un par de días atrás, cuando tenía unos 11 ó 12 años…”  Así inicia su testimonio Erdwin Olivares, para relatar su historia de asombros, satisfacción y peligro, que empezó como niño explorador hasta llegar a ejecutar rescates extraordinarios.

El jefe de Operaciones del Centro de Operaciones de Emergencias tuvo inclinación hacia estas labores desde muy temprana edad; era un boy scouts. Él, junto a su agrupación, en el afán por ayudar a la sociedad, decidió colaborar en la Cruz Roja cuando el huracán David azotó el país en 1979.

“Entramos a clasificar la ropa; como éramos muchachitos era lo más que podíamos hacer”, recuerda. Ese fue el inicio de una vida de servicios.

La labor de un socorrista es simple de explicar.  “Salimos cuando las personas no pueden salir y nos tiramos al agua cuando no se puede nadar”, dice Olivares.

Recuerda cómo salvó a un niño,  en el desastre de Jimaní con el desbordamiento del río Blanco en el 2004.

El infante había recorrido más de cinco kilómetros, arrastrado por la corriente, y logró quedar suspendido en la copa de un árbol. El equipo de Olivares, que en ese momento había ido sólo a inspeccionar el área, procedió al rescate. “¿Pero por qué marcó?  Porque inmediatamente logramos subirlo, ahí mismo la corriente del agua tumbó el árbol donde se encontraba”. “Ese niño estaba para que lo rescatáramos”.

El servidor, por más preparado que se encuentre, siempre experimenta “un tipo de temor”. Pero “ese temor es bueno sentirlo porque te ayuda a tener los protocolos y saber lo que estás haciendo”, a conciencia de que socorrer a otros también es un riesgo.

Más allá del miedo, se experimentan fuertes emociones. Así ocurrió a la comisión de rescate en el mismo caso de Jimaní. “A la persona más preparada que puede existir, abrir una puerta y contar 90 personas fallecidas tiene que impresionarle… y esas son cosas que pasan”.

En labores como estas, es probable ver a algún compañero de trabajo perder la vida en el acto.  Olivares narra haber llegado a la escena de un accidente en la autopista Duarte. Dos de los socorristas habían sacado con vida a una víctima del autobús afectado. Más tarde “un conductor  en estado de embriaguez burló todo el perímetro de seguridad y se los llevó (a los socorristas) exactamente nosotros llegando al lugar. Yo vi el accidente”. Murieron mientras realizaban su labor.

Reconocimientos. De las tantas distinciones que ha ganado en su labor, su memoria acaricia una en especial. Se trata de una medalla otorgada por Freddy Beras Goico. “Por coincidencia de la vida nos encontramos en Colombia cuando sucedió un terremoto en la zona de Pereira, y  él (Beras Goico) fue a cubrir por su programa.

No sabía que había un personal del país trabajando allí y que nosotros habíamos hecho  uno de los rescates más espectaculares ese día”. Recuerda que Freddy  fue la única persona que valoró la comisión públicamente cuando el equipo regresó de su misión.

En cuanto a remuneraciones materiales, “no hay con qué pagarle a un rescatista el costo de su trabajo”.

Una decisión difícil para los socorristas

El momento más difícil que según Olivares puede enfrentar un rescatista es tener que elegir a quién salvar, quién tiene mayor probabilidad de sobrevivir. Esta es una sentencia que el socorrista debe establecer. “De ti quizás dependió la vida de esa persona, pero debes ser profesional en esto”. Reiteró lo difícil de tomar esta decisión.

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