Los liderazgos y los imprescindibles

Nuestro país cuenta con varios líderes políticos, pero, sin dudas, el principal es Danilo Medina. Y esto se debe, entre otros aspectos, a su forma de actuar llana y humana. Y es que en los últimos años el liderazgo ha mutado: antes atraían los&#8230

Nuestro país cuenta con varios líderes políticos, pero, sin dudas, el principal es Danilo Medina. Y esto se debe, entre otros aspectos, a su forma de actuar llana y humana. Y es que en los últimos años el liderazgo ha mutado: antes atraían los mesiánicos, ahora los sencillos. También el papa Francisco y Pepe Mujica son buenos ejemplos de ello.

Los líderes mesiánicos (que pueden ser excelentes y nobles dirigentes) tienen la poderosa tentación de creerse imprescindibles.  Se les dificulta decir: “hasta aquí llegué, he cumplido mi misión frente a mi conciencia y frente a la historia, todo fluye, ahora le corresponde a otros continuar la faena”.

Y nadie es imprescindible. Eso lo aprendí hace tiempo del padre Ramón Dubert, ese extraordinario sacerdote que formó generaciones de niños y jóvenes. Y pocos tenían y tienen la capacidad de organizar conglomerados como Dubert, quien reconocía al dedillo las virtudes de las personas y las motivaba a desarrollarlas. Nunca le gustaban aquellos que se consideraban el centro de todo, los que juraban que eran irreemplazables, como si fueran el corazón de un cuerpo.

De mi parte, estimo negativa la presencia de los imprescindibles en las instituciones, especialmente cuando en ellas algunos lo juzgan como tal, como si sintieran que sin ese superhumano nada funcionaría, la máquina se quedaría sin motor, estarían desprotegidos…

Cuando la vida de un grupo depende de alguien, implica que sus integrantes deben revisarse, pues no se valoran como hijos de Dios que pueden trascender y ocupar relevantes espacios para hacer el bien. Por ello muchas instituciones intermedias –partidos políticos, sindicatos, clubes, etc.- perecen cuando desaparece su cabeza visible. Esto abarca por igual al sector privado, pues cuando una empresa quiebra por la falta de su dueño, implica generalmente que su propietario no dejó bases sólidas para que prosiguiera la marcha luego de su partida.

Un real líder no busca ser la única estrella del firmamento, pues su obra la hace de manos con los demás. Decía Lao Tzu que “un líder es mejor cuando la gente apenas sabe que existe, y cuando su trabajo está hecho y su meta cumplida, ellos dirán: lo hicimos nosotros”.

Es cierto: no hay institución sin líder o líderes, pero eso solo es aplaudible si existe la capacidad de relevo, donde todos tengan la oportunidad de crecer, de caminar con sus propios pies y luchar por cumplir sus sueños. El auténtico líder –que por serlo evita ser imprescindible- prepara las condiciones para que su ausencia no sea traumática, y lo logra formando y promoviendo liderazgos.

En síntesis, en la sociedad no existen hombres y mujeres imprescindibles, y si creemos que sí, no estamos bien.

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