Los ortodoxos tienen mala memoria

Ahora son antirreeleccionistas ortodoxos. Son aquellos que sostienen posiciones de principio cuando siempre han apoyado la reelección en todas las circunstancias. Ahora son más radicales que nunca, rabiosos opositores, sobre todo a lo interno del…

Ahora son antirreeleccionistas ortodoxos. Son aquellos que sostienen posiciones de principio cuando siempre han apoyado la reelección en todas las circunstancias. Ahora son más radicales que nunca, rabiosos opositores, sobre todo a lo interno del peledeísmo gobernante. Antes, cuando la Constitución no reglamentaba ni establecía mecanismo jurídico alguno, nadie decía nada. Ahora, cuando menos razones tienen para ser tan ortodoxos, quieren dar cátedras de respeto a la Constitución. Ignoran que el debate de la reelección de Danilo Medina nació en la sociedad civil, en el seno del pueblo. Los que quitan y ponen gobiernos son los que mandan: los votantes. Es ahí donde tiene que escucharse la última palabra.

Es que los intelectuales y teóricos ortodoxos a veces tienen muy mala memoria. Olvidan sus propias experiencias pasadas. No recuerdan para nada que en el 2010 fue la última reforma constitucional. Es verdad que prohibió la reelección consecutiva. Pero de manera tan sabia y maliciosa que más bien lo que hizo fue reglamentarla al establecer como tecnicismo legal el referéndum. Es decir, plantea una consulta popular. Sin esa consulta la reelección sería totalmente inconstitucional. El mecanismo establecido es la regla jurídica viable que tienen a mano los presidentes de turno, no solo Danilo Medina -cualquier jefe de Estado- para buscar su reelección. Los ortodoxos son desmemoriados y olvidan esa dualidad de la Constitución vigente: prohíbe y reglamenta.

Es un mecanismo que habla claro por sí solo de cómo administrar la posibilidad de una repostulación presidencial. Y fue el patrón seguido por el expresidente Leonel Fernández cuando, tras seis años en el poder, intentó fallidamente reelegirse en el 2011, tras buscar dos millones de firmas de ciudadanos, en lo que fue presentado entonces como el referéndum que avalaba su repostulación. Aquel proyecto terminó abortado debido a la falta de consenso popular.

Entonces nadie, desde la Consultoría Jurídica del Poder Ejecutivo en el Palacio, alegó que no había tiempo para emprender la reelección presidencial.

Ese es ya capítulo olvidado de la reelección. Es que los intelectuales ortodoxos comprometidos con el pasado, como César Pina Toribio, tienen mala memoria.

No hablan de auscultar la voluntad popular, oír la vox populi. Hablan de que ya no hay tiempo. Hablan de imposibilidad técnica, no así de referéndum ni de soberanía popular. Con frecuencia, los políticos ortodoxos suelen olvidar que el pueblo es el tribunal supremo de la democracia. Y que de serlo puede resultar fatal. Que la voluntad popular es inapelable y está por encima de todos, del Presidente y del Congreso. El referéndum es la encarnación misma de la máxima aspiración de la gente. Los teóricos ortodoxos siempre son olvidadizos y nunca recuerdan que caminar de espalda a los pueblos resulta siempre peligroso, desatinado, aventurero.

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