Luis y los rojos en la final

Luis Rojas, criticado hasta la saciedad, y sus Leones del Escogido, con la duda de fiel acompañante, están en la final invernal.

Luis Rojas, criticado hasta la saciedad, y sus Leones del Escogido, con la duda de fiel acompañante, están en la final invernal. Van contra los Tigres, sus verdugos de 2013-14, los mismos que les han clavado la daga en las últimas finales que se ha enfrentado.

Que nadie se equivoque: estos rojos vienen con sed de venganza.

El partido de anoche será un recuerdo negativo en la memoria de los Toros del Este, que hicieron de todo para perder. Su dirigencia se enfocó en regalar outs por la vía del sacrificio y sus jugadores en hacer pésimos corridos de bases.

Es como si las pantallas proyectaban la versión romanense de la “Divina Comedia” y, como en la gran obra de Dante Alighieri, el infierno estaba incluido.

Arturo DeFreites vivió y murió por el toque. El riesgo de Eugenio Vélez en el sexto episodio, con Steven Moya al bate y hombres en las esquinas, fue lo más parecido al suicidio. Pagó por ello.

La pelota nos enseña que quien “no da, le dan”. No se puede tentar tanto la suerte.

Pero crédito a los Leones que aprovecharon esos descuidos y sus integrantes hicieron el trabajo.

Pedro López rompió el empate en el octavo con el que, probablemente, sea el hit de su vida. El dirigente Rojas sacrificó a Pedro Ciriaco, en una decisión de coraje (particularmente yo no la apoyaba), para que López, sin quizás el más débil de todos en la alineación roja, bateara. Y produjo en grande.

Nueva vez se reeditó ese escenario del béisbol donde lo que nadie espera, es lo que sucede.

Para Rojas, cuya cabeza la han pedido tanto como en la década de los ´80 se solicitaban las canciones del inmenso Manuel Alejandro en las voces de los grandes intérpretes, el alivio es grande.

No puede cantar victoria porque le falta la batalla mayor, pero llegar al último tramo de la campaña, contra viento y marea, es un punto brillante en su joven y prometedora carrera dirigencial.

En la final se comienza desde cero. Y hablando de Manuel Alejandro, ese genio español de las composiciones, bien el Escogido puede cantar “que sabe nadie” y Luis Rojas dedicarse “a dormir profundamente”, al menos por una noche.
Pronto arranca la guerra final.

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