Manuel del Cabral: un huésped secreto

No escoger la burocracia segura en altas instancias en un gobierno totalitario, con un padre presidente del Senado, y preferir una insegura vida de poeta iconoclasta, solo se justifica por la certeza de entregarle al padre -y a todos- “otras cosas&#8230

No escoger la burocracia segura en altas instancias en un gobierno totalitario, con un padre presidente del Senado, y preferir una insegura vida de poeta iconoclasta, solo se justifica por la certeza de entregarle al padre -y a todos- “otras cosas mejores”, como escribió en una famosa carta que enviara a su progenitor. Sin dudas estaba picado por la literatura.

Manuel del Cabral no pasaba desapercibido, hizo muchos amigos que le consideraban un gran poeta. Y lo era. Según refiere en sus imperdibles memorias: “Historia de mi voz”. Entre éstos contamos a Borges, Sábato, Eugenio D’Ors, que le llamó “poeta salvaje”; Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Amado Alonso y Neruda, entre otros de igual estirpe.

Del Cabral parecía un escritor fácil, sin rebuscamientos al escribir y con un desenfado y transparencia que lo hacían especial, quizás allí su magia: un torrente poético que le fluía de forma natural: “¿Quién ha matado este hombre// que su voz no está enterrada?// Hay muertos que van subiendo// cuánto más su ataúd baja…” (Aire Durando, Compadre Mon, 1940. Segunda Parte).

Durante su vida viajó mucho, en Argentina se casó y tuvo hijos. Quizás no tenga en el país el reconocimiento merecido pero fue –y quizás lo sea todavía- el poeta dominicano más reconocido fuera del país. Al morir, su mente estaba en otra parte, en otro tiempo, pero su vida fue plena, quizás como él la quiso, lo cual es un privilegio de pocos.

Nos legó obras importantes, que merecen el recuerdo de la posteridad, tales como: “Trópico Negro” (1942), allí está el poema “Trópico picapedrero”, quizás el mejor de toda la poesía negroide de Las Antillas, incluyendo a Palés Matos y a Guillén. También el poemario de 1951: “Los Huéspedes Secretos”, de fina y casi etérea factura:

“A veces me es difícil convencerme// de que estoy hecho del material de tus distancias (…) ¡Oh infinito, cómo puedo ser hombre// si tú desde lo alto me enseñaste a ser niño!” (Inicio Primero). O el “Inicio Tercero”, que tiene el siguiente párrafo: “El hombre, es verdad que piensa, // pero es difícil, dentro de su brevedad, // que pueda comprender lo total de su anchura, // la dignidad de tus nieblas, // la cualidad de tus abismos;// ni siquiera presiente// la grandeza de los pequeños seres que lo rodean// y que tienen su secreto tan justo, // tan virgen como el de los astros”.

Claro, ninguno de sus poemarios con la trascendencia de “Compadre Mon”, himno de la manigua nacional: “Por una de tus venas me iré Cibao adentro.// Y lo sabrá el barbero, aquel que los domingos// te podaba las barbas// como quien poda un árbol de la patria”.

No escoger una segura vida burocrática y preferir una vida libre y plena es una decisión difícil. Debió estar picado por la literatura, infección mortal y sin cura.
“En tu odio hay tanto amor que eres intolerable cuando dejas de odiar”.

Ahh, la vidaa!

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas