Más allá del cinismo político

En un texto sobre política española se plantea que vivimos en un tiempo “en que la gente decente anda perpleja y los canallas envalentonados”. Desde grupos que han acumulado un gran poder político se actúa con tal nivel de desfachatez, que…

En un texto sobre política española se plantea que vivimos en un tiempo “en que la gente decente anda perpleja y los canallas envalentonados”. Desde grupos que han acumulado un gran poder político se actúa con tal nivel de desfachatez, que no les importa desafiar a los sectores del país que están preocupados por la institucionalidad democrática.

Tan seguros están del control de las instituciones, que las acusaciones de violaciones a las leyes no les quita el sueño; se saben blindados por una arquitectura institucional hecha a imagen y semejanza del líder. Más bien celebran y exhiben con descaro un poder sustentado en la corrupción y la impunidad.

La población, incapaz de creer que estos grupos llegarían tan lejos, observa con asombro y desconcierto su accionar. Se recuerdan tiempos difíciles de la democracia dominicana, pero en los que al menos se guardaba la forma.

Desorienta ver que la justicia se hace cómplice de la corrupción y que servidores públicos exhiben riquezas indecentes que no pueden explicar, en tanto que el líder se sitúa por encima del bien y del mal, entre dioses y profetas. Encima, como si algo faltara para hacer más ostensible el caos en la vida institucional; un político, parodia de legislador, no cesa de hablar sobre sus fábulas de miedo y de terror; dicen que al servicio del líder.

La captura de las instituciones no basta, los grupos que se favorecen del desfalco del Estado requieren de la desmovilización de la ciudadanía. Su abierto desafío procura la confusión y la parálisis de la población.

Cuentan con grupos de políticos y técnicos dispuestos al cinismo político. Si no convencen, por lo menos generan dudas. Con su estrategia, buscan que el descontento social, como el generado por los recientes “auto de no ha lugar” a favor de dos acusados de corrupción, no se convierta en indignación y acción ciudadana que demande cambios en el sistema político e institucional. Los favorecidos por la impunidad y el deterioro institucional buscan que el descontento de los dominicanos se convierta en frustración y desesperanza que genere desinterés en la política, lo que le deja el escenario público a los que buscan beneficios particulares.

Se apuesta a la desmemoria nacional; a que las inconductas se olvidan pronto o que a lo sumo, se generen protestas que se diluyan en poco tiempo.

Frente a esto, la sociedad dominicana tiene el reto de demostrar, a partir de una lucha creativa y pacífica, que no está dispuesta a seguir tolerando el robo contra el Estado, ni a una justicia que lo permite.

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