Hace unos días tuve la oportunidad de ver un reportaje realizado por la periodista Nuria Piera, en el cual presentaba personas de diferentes edades ingiriendo bebidas alcohólicas, mientras conducían por las principales avenidas de la ciudad capital. Transitar exhibiendo abiertamente una botella de cerveza en la mano es mucho más preocupante de lo que podemos creer. El alcohol altera el sistema nervioso central, provocando una distorsión de la respuesta refleja de los individuos, la cual es la principal a la hora de conducir un vehículo.
En los últimos accidentes de tránsito registrados, tanto en la capital como en el interior, ha habido grandes tragedias como la del fin de semana pasado, en la cual perdieron la vida varios jóvenes menores de 25 años.
Hemos insistido en varias ocasiones sobre el tema de la urgencia de tomar medidas drásticas en cuanto al tránsito vehicular se refiere y la necesidad de desarrollar, no solo programas orientados a educar sobre la responsabilidad que se tiene a la hora de tomar un guía en las manos, sino una campaña abierta, entiendo, a través de los medios donde se proyecten imágenes de impacto de hasta dónde puede llegar o convertirse un hecho tan cotidiano como el conducir un vehículo de motor.
En particular, a veces estoy en las calles e interpreto como principal síntoma de la conducta de agresividad y violencia que se ha generalizado en nuestra sociedad, la forma como la mayoría de la gente anda conduciendo por las calles, donde se han olvidado las expresiones como “ceda el paso”, “cuidado al conducir”.
Son muchos los padres que, aunque aún sus hijos no ingieran bebidas alcohólicas, cuando los mismos se encuentran en las calles, no tienen respiro hasta tanto éstos regresan a casa; y, no necesariamente a altas horas de la madrugada. En nuestro país se corre el riesgo de que a cualquier hora de la noche, se comentan imprudencias ocasionadas generalmente por la ingesta de alcohol, especialmente en jóvenes; a veces, tan jóvenes, que no llegan a la mayoría de edad.
