Mecanismos para activar y conservar la memoria

Vivimos sumidos en la rutina diaria, esa repetitiva sucesión de actividades que debemos realizar cada día. 

Vivimos sumidos en la rutina diaria, esa repetitiva sucesión de actividades que debemos realizar cada día.  Aunque las rutinas no son necesariamente malas, pero el cerebro vive ávido de novedades, y si no activamos nuevos circuitos cerebrales, nos dicen Katz y Rubin, las rutinas convierten al cerebro en un “piloto automático”.  En mi libro REFLEXIONES Y ANECDOTAS, les ofrezco el capítulo “La Rutina y la Memoria”, porque me preocupa la alta incidencia de personas que están perdiendo la memoria a temprana edad.

En su reporte del 2012 la Escuela de Medicina de Harvard, en el capitulo VIDA SALUDABLE, informa sobre la protección del cerebro y la memoria mediante la vida social.  De acuerdo al  informe, las personas con poca o ninguna interacción con otras personas tienen mayor riesgo de perder la memoria.  Este criterio está avalado por trabajos de investigación que se vienen realizando desde 1992 por el Instituto Nacional del Envejecimiento y por la Escuela de Salud Pública de Harvard con el seguimiento de 16,000 de adultos envejecientes (1998-2004) analizados frente a los resultados de otros centros de investigación.  Los resultados fueron impresionantes: la gente con mayor nivel de interacción con familiares, amigos y otras personas tuvieron mayor capacidad para conservar su memoria y otras funciones congnitivas, se integraron mejor a la vida de relación, experimentaron menos estrés y tuvieron más estímulo intelectual.

En los próximos artículos trataremos sobre los ejercicios cerebrales que Katz y Rubin llaman “Ejercicios Neuróbicos”, que  favorecen la producción de “Neurotrofinas”, nutrientes de las neuronas y de las dendritas (ramificaciones de las células cerebrales) que ayudan a conservar la vida de las neuronas y la apertura de nuevos circuitos cerebrales para las funciones congnitivas.

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