El pasado viernes, el ministro de Energía y Minas, Pelegrín Castillo Semán, pronunció una conferencia ante la membresía de la Cámara Minera Petrolera y de la Mesa de los Países de la Mancomunidad, titulada “El futuro de la minería en República Dominicana”.
El título de la exposición, tan convencional como profundo, se refiere a un tema que parece clamar por una definición del país.
Hablar de la explotación o aprovechamiento de la minería en el país se convierte fácilmente en un tema conflictivo, de confrontación per se. Pocas voces autorizadas se levantan a favor de una explotación minera. En cambio, quienes adversan la actividad minera la satanizan, como si no existiera nada aprovechable en un escenario de explotación razonable, dentro de parámetros y protocolos internacionales de protección al medio ambiente.
De acuerdo con el ministro Castillo Semán, la minería constituye, sin discusión, uno de los pilares más firmes de la economía dominicana. Y los índices de inversión extranjera directa, las exportaciones, el crédito de la República y su crecimiento económico de los últimos años, han tenido un impacto notable por los aportes de esa compleja y arriesgada actividad, intensiva en capital y tecnología, y sometida siempre a riesgos importantes, incluido el riesgo de la incomprensión y la maledicencia.
Esta última parte de la exposición del funcionario representa una aseveración que surgida de una autoridad, sugiere que desde el Estado se necesita una definición más acabada de qué se espera de la actividad minera: si buscará una nueva política hacia esa actividad, que defina derechos y obligaciones de los actores.
El reciente pronunciamiento del presidente Danilo Medina, donde planteaba su distanciamiento del fundamentalismo ambientalista y del capitalismo minero salvaje, parece retratar la postura del Gobierno, equidistante de las dos posiciones extremas que se debaten en torno a la minería.
Sería interesante empoderar al país de la opinión del ministro de Energía y Minas, cuando dice que resulta impensable el desarrollo dominicano sin una gestión y aprovechamiento racional de los recursos no renovables, de minería metálica y no metálica. Pero debatiendo posiciones, no por moda. l
