El presidente Danilo Medina estuvo el domingo en el mercado de la Duarte, como se le dice al llamado “Mercado Nuevo”. Su presencia pasó a formar parte del historial de las “visitas sorpresa”, pero la de esta terminal agropecuaria rompe con los esquemas de las anteriores, generalmente en comunidades distantes del Gran Santo Domingo.
La del domingo obedece a una situación muy especial. El mercado “Nuevo” ha desbordado sus límites, y desde la avenida Duarte, bordeado al norte por la avenida de Los Mártires (La Zurza), se ha expandido por el oeste hacia la avenida de Los Reyes Católicos, sobre el mismo elevado que atraviesa la Máximo Gómez, en un crecimiento caótico que hacia el Sur igual ha penetrado varias calles de Villas Agrícolas. Y qué bueno que el Presidente de la República hiciera su visita un domingo. Un buen día para ver, porque si hubiese ido cualquier otro día, muere de espanto.
Y es que ese sitio, que denominamos mercado es la principal incubadora de enfermedades gastrointestinales de la ciudad. Un estercolero.
Tiene que ser intervenido. Danilo Medina fue a constatar. Allí no sólo está el problema del deterioro. Hay otros problemas. Por su situación, no puede continuar como principal destino de acopio para suplir la demanda del Gran Santo Doming, pueblos satélites y la región Este.
Es que su conversión debe ser vista en la perspectiva de desarrollo del Merca Santo Domingo. Ha debido ser reorientado, no sólo por su expansión desastrosa, sino por la misión que debe cumplir, como centro de servicio para esa inmensa población que vive en su entorno y toda la parte alta del Distrito Nacional.
Es decir, el Mercado de la Duarte debe ser un centro de ventas al detalle, suplido por el Merca Santo Domingo en su verdadera dimensión. Puede cambiar su rostro, su función y convertirse en una oportunidad para la gente. Es una plaza que merece mejor suerte.
Liberarla del arrabal es hacerla útil para los consumidores al detalle, y también como un destino más de la ciudad. Para ver y conocer, un mercado para la gente.
