El Metro y la gente

El Metro de Santo Domingo ha sido una de las obras más controversiales en la historia económica, social y política de la República.

El Metro de Santo Domingo ha sido una de las obras más controversiales en la historia económica, social y política de la República. El debate sobre la misma probablemente rompe el famoso esquema aquel de que aquí todo proyecto público recibe de entrada, de manera indefectible, un “amplio repudio”. Con el Metro se fue más allá. Y había motivos, sobre todo en lo relativo a su sentido de prioridad, en un territorio donde hay tantos rezagos sociales, inequidades y urgencias. Medio país se opuso, bajo el liderazgo de la oposición, y entró en el escenario político. Pero la administración de Leonel Fernández lo asumió como su buque insignia y llevó a término la primera línea. De hecho, su materialización fue decisiva, en una u otra dirección, en los resultados electorales de 2008.

La mega obra ha sido la de mayor costo. US$750 millones la primera línea y alrededor de US$830 millones la que acaba de abrirse. Sus gestores y desarrolladores lo han asumido como parte de sus vidas, y un “esfuerzo patriótico”. En realidad, y al margen de las discusiones sobre sus pros y contras, el proyecto constituye el eje central de la solución de un problema capital: la transportación humana en una metrópoli cada vez más poblada.

Con la segunda línea en funcionamiento, parecería que los auspiciadores y constructores del Metro podrían llevarse algunas razones históricas. La población está dando fe de cómo el nuevo sistema de transporte humano está impactando sus vidas. De cómo sus economías personales están cambiando, al margen de los factores de seguridad, calidad y tiempo.

El Metro apenas está afirmándose, con todo y las altas inversiones, con la segunda línea. Falta demasiado. Pero en lo inmediato entrarán en operación las rutas alimentadoras de las dos líneas. Se observa un proceso de cambio entre los usuarios. Otra línea más vendría a confirmar que esta obra, tan criticada, podría ser la fórmula para resolver los problemas del transporte de pasajeros en la capital.

Con todo y las quejas sobre su prioridad, hay que darle la bienvenida a la Segunda Línea.

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