Un modelo en lecho de muerte

El modelo político dominicano, el que hemos vivido a partir del ajusticiamiento del tirano en 1961, está llegando a su fin. Es un moribundo. Un cuerpo putrefacto, carcomido por la corrupción y la ineficiencia. Un muerto en vida que subsiste a costa&#82

El modelo político dominicano, el que hemos vivido a partir del ajusticiamiento del tirano en 1961, está llegando a su fin. Es un moribundo. Un cuerpo putrefacto, carcomido por la corrupción y la ineficiencia. Un muerto en vida que subsiste a costa del empobrecimiento moral y material de la población. El retrato de Dorian Grey, de la novela del mismo nombre de Oscar Wilde, que envejecía para preservarlo joven y que de pronto cobrará su asquerosa y verdadera apariencia.

Sus días están contados. Es posible que sobreviva al próximo proceso electoral, porque las condiciones no estén del todo maduras o la paciencia  nacional no haya colmado todavía su límite. Pero vendrá. Está escrito que así sea probablemente más pronto de lo que uno pueda temer o imaginarse.

No estoy del todo seguro de que la figura que habría de encarnar el nuevo modelo de la redención, tan falsa como la que hemos padecido a lo largo de nuestra dolorosa existencia como república, haya surgido en el ambiente de deterioro que nos arropa. Pero es seguro que aparecerá. Poco importa que ya esté o no entre nosotros, esperando tranquila y sigilosamente su turno para apoderarse de la nación como el falso Mesías que al final será. Pero la semilla está sembrada. Su discurso será radical, de una nueva izquierda proveniente de la derecha más extrema, que reivindicará las esperanzas de las grandes masas de población irredentas que inundan nuestras ciudades y campos.

Y el pueblo se entregará a él como lo haría un náufrago en una mar agitada y procelosa, al igual que ya lo han hecho antes otros pueblos en Latinoamérica.
A ciencia cierta no se puede predecir cuánto le resta al modelo actual y a los falsos y diminutos líderes que lo encarnan. Lo dirá finalmente el curso de los acontecimientos que se avecinan. La sórdida lucha de intereses en los partidos acelerará ese predecible final.

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