El tiroteo sufrido por los ocupantes de un vehículo de la artista Miriam Cruz, en la carretera Sánchez, en el cual uno de sus guardaespaldas resultó herido, necesariamente plantea el tema del control militar en las carreteras que conducen a la frontera con Haití.
Y son muchas las interrogantes que surgen sobre ese desempeño de los cuerpos de seguridad. Lo primero a observar es el excesivo número de controles en las rutas hacia el Noroeste o hacia el Sur de la República.
En el cordón fronterizo o línea divisoria hay vigilancia, que no impide los flujos. La mejor confirmación es precisamente el excesivo número de chequeos desde y hacia los pueblos de esas latitudes. En la región Norte, desde Dajabón hasta Navarrete hay no menos de cuatro “controles” y ni hablar de la zona Suroeste, desde Jimaní hasta Estebanía, en Azua. O desde Pedernales hasta el mismo punto. Parecería que vivimos en un estado militar.
Es como si el tiempo no hubiese pasado, sin que los organismos de seguridad del Estado se den cuenta de que pese a todos esos registros, a veces flexibles, a veces odiosos, no se detiene la inmigración ilegal, ni el tráfico de drogas y armas.
Es un modelo fallido que causa muchísimas molestias a las personas. También se presta al picoteo y se concede una potestad excesiva a los soldados de servicio. Y peor aún, se cometen abusos contra las personas, hasta el extremo de disparar por “confusión”.
A nadie se le puede ocurrir que no haya mecanismos de vigilancia contra el tráfico ilegal, pero ¿se justifican seis puestos de control solamente entre Barahona y Estebanía, en Azua?, con pobres resultados, lo mismo que en las rutas del Noroeste.
Señores de las Fuerzas Armadas, revisen los métodos, identifiquen fórmulas más efectivas, que los ayuden a presentar resultados tangibles, que no sean las molestias o los abusos contra las personas.
