Monjas de clausura: vida de alegría dedicada a Dios

Separada físicamente de la reportera por barrotes de madera finamente tallados y barnizados, adornada con una túnica color marrón y el rostro medio cubierto, sor Diomedis María Durán narra a elCaribe cómo y por qué decidió alejarse del entorno&#82

Separada físicamente de la reportera por barrotes de madera finamente tallados y barnizados, adornada con una túnica color marrón y el rostro medio cubierto, sor Diomedis María Durán narra a elCaribe cómo y por qué decidió alejarse del entorno social para vivir una vida de clausura dedicada a Dios.

“Yo no sabía nada de las monjas y menos de las Carmelitas de la Antigua Observancia, pero cuando llegué al monasterio, por una invitación que me hicieron, y vi el lugar encerrado donde vivían, sin tener contacto con el mundo, me impresioné al ver su rostro alegre y cómo salían a recibirnos con tanto entusiasmo. Entonces cuando salí de ese lugar las llamé “las prisioneras alegres y voluntarias”, narró sor Durán.

El ambiente de oración y el silencio fueron motivos para que Durán llegara al monasterio Santa Teresa de Jesús, ubicado en el sector de Engombe de Santo Domingo Oeste, y se quedara allí para siempre.

Aunque su familia no se opuso cuando optó por ser monja de clausura, su padre entristeció, e incluso sus hermanas le pedían que entrara a otra institución que le permita ver a su familia, por lo menos en vacaciones, pero la decisión fue definitiva. Hoy tiene ya 19 años de vida consagrada, tiempo en el que ha compartido con su familia cuando van a visitarla al monasterio una vez al mes.

Monasterio Santa Teresa

El claustro, la oración y el trabajo son los elementos esenciales de las 15 monjas que viven en el monasterio de dos niveles con diferentes espacios, donde pasan todo el tiempo.

Capilla, biblioteca, comedor, taller, fábrica, sala capitular, son partes de los quehaceres de las hermanas.

La fabricación de la hostia; confección de ornamentos litúrgicos; cultivar la tierra; huertos y establos son el sustento de este monasterio para sobrevivir.

La hermana Arelis D’ Oleo, madre superiora de las Carmelitas, dijo que para vender las formas y los ornamentos litúrgicos, lo hacen por pedidos de parroquias y a través del arzobispado de Santo Domingo, donde tienen un punto de venta.

Para estas monjas el trabajo es un medio de sustento, pero también es un medio ascético, porque le permite mantener el equilibro entre el orar y el trabajar.

“Al llevar una vida de oración fuerte, debemos tener un equilibro para la salud mental. Porque humanamente se necesita tanto la oración como el trabajo”, comentaba sor D’Oleo mientras mostraba los trabajos que hacen.

Un elemento importante en su labor es la música, pues las oraciones son todas cantadas. Para esto, reciben clases de canto, en el mismo monasterio, pues la única salida que tienen es cuando van a ejercer sus derechos civiles; ir al médico o cuando sus padres están en peligro de muerte.

“Cuando salimos es por algo justificado. Tiene que ser algo muy necesario, si no, no salimos nunca”, dijo sor D’Oleo.

Su principal medio de trabajo

Las delicadas y finas “formas” que realizan las monjas en el monasterio son su principal medio de sustento.

Estas “formas” no son más que harina y agua, pero adquieren una dimensión especialmente divina al convertirse en el Cuerpo de Cristo una vez el sacerdote la consagra durante la misa, que es lo que se conoce como hostia.

Al convertirse en una hostia, recibe un trato especial y delicado, y solo pueden recibirla aquellas personas que están sacramentadas y preparadas, ya sea en su mano o directamente en la boca luego de que quien la ofrece pronuncia las palabras “El Cuerpo de Cristo”.

Realizar este trabajo no es fácil. Sor Ana Julia Suriel y tres hermanas más trabajan en la fabricación de las formas.

El silencio que caracteriza al monasterio, se detiene cuando las hermanas inician su labor productiva a las 8 de la mañana, y se escucha el sonido de las batidoras eléctricas, de la plancha y de la cortadora, que convierten la harina en “Pan Eucarístico”, hasta las 12:30 del mediodía cuando salen para su almuerzo.

El trabajo que antes hacían manual, hoy lo pueden realizar a través de unas máquinas que le permiten hacer en un día unas 42 mil formas pequeñas y 900 grandes.

Narra sor Suriel que para realizar este trabajo solo necesitan 100 libras de harina de trigo y agua para hacer la mezcla, luego esa mezcla se vierte en tres máquinas de plancha redonda con algunos diseños religiosos, a una temperatura de 170 ºC para que el agua se evapore. Este proceso de evaporación dura unos 15 segundos. Tiempo después, las láminas grandes se colocan en un área cerrada por tres horas donde reciben vapor para que se humedezcan, y luego se procede a cortarla en forma pequeña, y finalmente se filtra por otra máquina para desechar los sobrantes.

“Durante la semana se despachan unas 250,000 unidades de formas, de las que 180 son obtenidas por la arquidiócesis de Santo Domingo, y por otras diócesis”, indica la hermana Suriel.

Testimonios

La vida religiosa es la mayor muestra de misericordia del Señor para conmigo. Sirvo, pero con amor”.
Sor María Lucía Vargas
Santo Domingo

Cumplir 50 años como monja no ha sido por mi propia fuerza, sino por la misericordia de Dios”.
Sor María José Bernard
De España

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