Mudanzas y acarreos

Mudarse, cambiarse de sitio, acciones y consecuencias, acto de traslación de una casa o habitación, a otra. En el diccionario aparece como un acto definido, claro, preciso; en la práctica significa trauma, recogida, empaque, traslado, y sus procesos&#8

Mudarse, cambiarse de sitio, acciones y consecuencias, acto de traslación de una casa o habitación, a otra. En el diccionario aparece como un acto definido, claro, preciso; en la práctica significa trauma, recogida, empaque, traslado, y sus procesos inversos; luego adaptación, cajas, desapariciones, nostalgias por los lugares, espacios, ambientes. Como si todo estuviera patas arriba, nos convertimos en criaturas desubicadas en un mundo que gira en sentido contrario.

Se hacen presentes duendes burlones que desaparecen todo objeto conocido y te hacen sentir que lo tienes pero no sabes dónde. A San Pascual bailón con su estribillo que se le ofrece bailar un son. Obra de arte combinada entre la organización femenina y la del músculo masculino. Conocido es el sabor de la mudanza, en sus diversas tonalidades: un simple cambio de habitación, o vivir el proceso completo del traslado a una nueva casa, a otra población o país, en cada caso significa deshacer el caos ordenado que personifica nuestra existencia, comprimirlo en empaques diversos y tratar de recomponerlo, y sin quererlo, repetir los ambientes que nos anclan a la sensación de estabilidad y fortaleza. En toda mudanza algo se pierde, algo se extravía, algo se rompe, siempre hay un trauma. Jugarretas que el destino guarda cuando, creyéndonos inmunes a los grandes cambios, ocurren algunos trascendentes. De mi lejana infancia recuerdo la empresa de transportes

La Cigüeña, propiedad del héroe nacional Luis Amiama Tió, que parodiando al ave zancuda con camiones y personal especializado, se dedicaba a la compleja tarea de las mudanzas. Convertida en un colorido carnaval de camas, neveras, mecedoras, muebles diversos, “lo trate” y “corotos”, en todos los estados incluyendo los enseres propios de una casa criolla, sin que faltara la batea, el anafe, el colador de café, ni la colección de poncheras y jarros de baños y cocina. Interesante radiografía de la intimidad de la familia mudada, que auxiliada por el morbo clásico provoca la crítica y permite “coserle un traje encima” al que se va y al que llega al vecindario.

Lo más difícil de mudar, era el gato por su arraigo absoluto al ambiente y el poco sentido de pertenencia y gratitud. Antes, en carreta, en motonetas, hoy en camionetas, camión o en cualquier medio de transporte: lo único que cambia es el vehículo. Los ricos se mudan cualquier día; los demás, los fines de semana cuando consiguen el transporte y la ayuda solidaria para hacerlo. Algunos lo hacen de noche para que la oscuridad esconda la vergüenza de las carencias y mitigue las miradas curiosas. “Mudanzas y Acarreos” parecería la más grande empresa del país por la cantidad de vehículos que posee, y no es más que la bandera que identifica la actividad del “tranpolte” que exhibe el letrero. Nadie sale intacto de un proceso de mudanza aunque sea cambiando de sitio los muebles de la casa. l

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