Mujer y educación

El aumento de la participación de la mujer en las actividades económicas ha sido gradual, y está asociado a su inserción al proceso educativo en procura de competir con mayores posibilidades de éxito que el hombre en el mundo laboral. Repasemos&#8230

El aumento de la participación de la mujer en las actividades económicas ha sido gradual, y está asociado a su inserción al proceso educativo en procura de competir con mayores posibilidades de éxito que el hombre en el mundo laboral. Repasemos brevemente este proceso.

La inclusión de la mujer en la educación se llevó a cabo a través de la creación de escuelas con currículos distintos para mujeres. Desde finales del siglo XIX hasta la mitad del XX el impulso a la educación media conllevó un énfasis en la diferencia de roles y se reafirmaron los modelos tradicionales de la mujer (prudencia, buenos modales, etc.) para formarla mejor en las funciones consideradas propias de su sexo (hija, madre y esposa). Por tanto, la escolarización de la mujer constituyó, paradójicamente, un instrumento más de discriminación.

Más tarde, sin embargo, se inició la lucha en defensa de las escuelas mixtas. La posibilidad de leer y escribir permitía a las mujeres estudiar al menos disciplinas artísticas como la música, la pintura y la literatura.

Concomitantemente, el acceso de la mujer a la educación superior fue también un fenómeno de mediados del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, pero limitado a profesiones de servicio (educación y enfermería). Para matricularse en la universidad o en ciertas carreras (como ingeniería o medicina) las mujeres debían solicitar permiso. Paulatinamente se logró romper con estas limitaciones y a finales del siglo XX aumentó drásticamente la tasa de alumnas universitarias.

Tanto así que hoy en día la feminización de la matrícula es una característica de la educación superior. En América Latina, los porcentajes de la matrícula femenina oscilan entre 45% y 65%; y en nuestro país, según datos del año 2011 del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, registramos un 63%. No solo hay más mujeres que hombres en las universidades, sino que se gradúan en menos tiempo, y los índices de separación y deserción son menores.

Los logros de la mujer se evidencian en el acceso a la educación, en la inserción laboral, en la evolución de los marcos jurídicos de muchos países para eliminar elementos discriminatorios, y en  los avances científicos que le han permitido ejercer su derecho a la sexualidad y la reproducción desde otras perspectivas. Pero estos logros no han podido combatir los prejuicios que condicionan las relaciones de los hombres y las mujeres.

Todavía se perpetúan las desigualdades salariales (por país, por profesión y aun dentro de la misma jerarquía), la segregación por sexo en determinados puestos de trabajo, la participación mínima en los directorios empresariales, en centros de decisión política, y, de manera general, en estructuras de alto poder. Como puede apreciarse, la formación calificada no ha bastado para mejorar los procesos de equidad y exclusión de género. l

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