El mundo al revés

Si fuésemos a mirar las cosas desde la perspectiva de los señores miembros del Tribunal Supremo de España, descubriríamos…

Si fuésemos a mirar las cosas desde la perspectiva de los señores miembros del Tribunal Supremo de España, descubriríamos que el mundo está al revés. Que los valores que inspiraron al exmagistrado de la Audiencia Nacional de ese país, no son referentes de dignidad, sino de los típicos procedimientos de regímenes totalitarios.

¿Cómo comprender que esos señores hayan emitido una condena claramente persecutoria, que nada tiene que ver con justicia, sino que se compadece con una visión de la vida frente a un ciudadano que cargó con la responsabilidad de defender valores universales?

Precisamente a Baltasar Garzón, el que destapó una trama corrupta especializada en el saqueo de fondos públicos, y que sacó de la política a varios dirigentes del Partido Popular, que colaboraron en la estafa. Que por esa causa, haya sido expulsado de la carrera judicial.

El juez que se atrevió a enfrentar a la ETA, golpeó fuertemente el narcotráfico y el blanqueo de capitales, tuvo la valentía de ordenar la detención del déspota Augusto Pinochet, perseguir los crímenes contra la humanidad en Latinoamérica e impulsó la tesis de que la vigencia de los mismos tiene alcance global.

A ese hombre, ese tribunal, unánimemente, lo inhabilita durante 11 años, y lo llama arbitrario y lo insulta acusándolo de utilizar métodos propios de regímenes totalitarios, porque escuchó grabaciones de probados corruptos con sus abogados, para posibilitar la acción judicial.

Es decir, que el Tribunal Supremo de España prefirió defender el derecho, pero qué derecho, de los desfalcadores públicos en desmedro de las prerrogativas de un juez, la vigencia de la justicia y la defensa del erario.

La unanimidad de la sentencia se torna sospechosa. Refleja, más que un fallo judicial, una acción política, sobre todo si se toma en cuenta que al juez le han abierto otros cargos fabricados, para dañarle una carrera de 31 años.

Ante toda esa barbaridad, en estos pueblos de América sólo queda decir: ¡pobre España! En manos de quiénes estás. Todo al revés de lo que ansían los pueblos y las naciones.

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