Nueva anarquía

El estilo de los críticos sociales dominicanos que escribimos a diario para empresas mediáticas, para foros sectoriales, profesionales,…

El estilo de los críticos sociales dominicanos que escribimos a diario para empresas mediáticas, para foros sectoriales, profesionales, sociales, y hasta los simplemente chismosos, tiene como característica distintiva su preferencia por la anarquía.  Aprovecha la libertad de expresión para proponer el desbarajuste institucional dominicano. Percibe que nada sirve y, obviamente, nada debe quedar.

Somos escritores genios del desastre sociológico, sin siquiera darnos cuenta del alcance de las propuestas pintadas con orgullo de los colores del espectro político, del matiz negro de la ausencia del orden público y de la no transparencia percibida de gobiernos, mandantes y de mandatarios. Usted, izquierdista, nacionalista, independentista, defensor de derechos, por azar, ¿sabe lo que significa la anarquía como orden social?

Lo explico con simpleza. La función de control social es ejercida por una serie de instituciones que definen esas cosas que llamamos fines, medios, procedimientos, normas, valores, procesos y objetivos legítimos, y de otras que se encargan de sostener la legitimidad y de otras más, cuya función es sancionar las desviaciones de la conducta prescrita como legítima.

A la ideología política que promueve la desaparición de esos mecanismos de creación, organización y control social se le conoce como anarquía. Y sucede que en los últimos años de la historia común, a las sociedades anárquicas, o sea, a las que no tienen gobierno ni gobernantes ni instituciones de control, se les llama Estado fallido. Y son verdaderas anarquías.

Todavía más. Hay un proceso mediante el cual las sociedades organizadas, especialmente aquellas en cuyos suelos operan grandes corporaciones que dominan procesos económicos y mediáticos del planeta, que usan la especulación en mercados financieros para acumular una cantidad mayor de recursos que la generada por el mercadeo del bien que se supone entreguen a la sociedad, cuando yerran, son rescatadas con enormes subsidios inconsultos, de merecidas quiebras causadas por sus descomunales afanes de lucro. Así cualquiera se arriesga.

Así, como ya sucedió en España y otras naciones europeas, la protección de las leyes laborales está en vías de muerte, para que la empresa siga teniendo, aunque en menor cantidad, empleados de menores ingresos. Por la santa competitividad. Es inicio del santo tribunal del Estado fallido y fin del bienestar.

Contrarrevolución XXI. Así que, querido amigo, preocupado como yo del futuro, examine si su queja promueve indirectamente la anarquía o el nuevo imperio ultraliberal. La posibilidad de hecho es bastante alta.

Mejor escriba sobre cómo resolver, en vez de sobre cómo destruir.

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