Nueva era informativa

Los medios tradicionales de comunicación escrita afrontan momentos difíciles. La publicidad no alcanza para muchos. Los altos costos…

Los medios tradicionales de comunicación escrita afrontan momentos difíciles. La publicidad no alcanza para muchos. Los altos costos de producción (cada vez más altos) y la costumbre de seguir haciendo un periodismo aburrido, repetitivo y poco creativo son elementos que parecen conjugarse para poner en cuenta regresiva el periodismo servido en papel en el ámbito mundial. Los escépticos pueden, si quieren, analizar la situación de los periódicos más influyentes del mundo, como el New York Times y el Washington Post, de Estados Unidos; el Le Monde, de Francia; El Clarín, de Argentina y El Mundo, de España, para solo citar algunos. Todos, para sobrevivir, tuvieron que hacer cambios importantes en su estructura.

¿Qué hacer, pues? Esta situación real nos coloca ante la impostergable obligación de transformar la dinámica creativa al momento de escribir historias para el periódico de papel. Historias verdaderamente distintas, atractivas e interesantes. Que luzcan novedosas y logren conectar con las necesidades informativas del mayor número de lectores. Con periodistas capaces de afrontar los desafíos de una era digital que nos empuja al cambio sin dilación. Así de simple.

Hoy tengo a mis pies un vasto y cambiante campo de opciones para saber lo que pasa en mi entorno y más allá de las fronteras. Si no me lo dice el blog de un amigo, entonces, con mi teléfono inteligente, me entero en mi cuenta de Facebook, YouTube, MySpace, Hi5 o Twitter.

Asistimos a un fascinante cambio de cultura en la adquisición de conocimientos. El periodismo digital pone al alcance de todos su vasto universo de difusión de mensajes masivos, y un sinfín de opciones para adentrarnos en todo cuanto ocurre a nuestro alrededor y más allá de las fronteras.

Me resisto a creer que el periodismo de papel se muestra irremediablemente agonizante. Pero tampoco deseo secundar la visión de opinantes optimistas con glaucoma irreversible que no asimilan esta realidad como una amenaza latente. No tenemos más opciones: o cambiamos o seguimos contemplando cómo numerosos ejemplares duermen extensos sueños en los kioscos de exhibición. Estamos a tiempo.

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