¡Ojalá!

Una nueva página empezó a escribirse en nuestra historia republicana desde el pasado 16 de agosto con la juramentación de Danilo…

Una nueva página empezó a escribirse en nuestra historia republicana desde el pasado 16 de agosto con la juramentación de Danilo Medina como presidente de la República.

Con un discurso que abrió una brecha a la esperanza que parecía haberse diluido durante los pasados gobiernos morados, y que encendió la llama del optimismo en muchos escépticos como yo, Danilo apeló a la unidad nacional para resolver los principales problemas del país y prometió enrumbarlo por un mejor sendero. Escucharlo hablar con tanta determinación, durante aproximadamente una hora y veinte minutos en la Asamblea Nacional sobre ética en la administración pública, educación, seguridad ciudadana, salud y oportunidades de progreso animaba a cualquiera.

Pero, como lo bueno suele durar poco, la ilusión murió a las pocas horas de su juramentación al conocerse el gabinete que le acompañará para dirigir los destinos de la nación. Y es que, definitivamente, una cosa no se correspondía con la otra. Las ideas frescas y bien intencionadas, que con tanta pasión defendió el Presidente no encajan con muchos de los funcionarios que con sus viejas prácticas seguirán de corrido en el gobierno, salvo algunas excepciones. Muchos dicen que Danilo llegó atado al Gobierno, lo cual quedó evidenciado en la permanencia de hombres y mujeres leales a la corriente leonelista.

Todavía es muy pronto para vaticinar lo que sucederá en los próximos cuatro años y resultaría injusto afirmar que sus promesas de cambio quedarán en el vacío; sin embargo, la primera señal enviada desde el nuevo gobierno no ha sido cónsona con los planteamientos de Medina. Ojalá que Danilo sepa imponerse y encuentre las posibilidades para hacer realidad su proyecto de nación. Ojalá que sus colaboradores, viejos y nuevos, hayan captado el mensaje y prediquen con el ejemplo los principios de austeridad y honestidad, y que por el bien de todos se destierre la corrupción. ¡Ojalá!

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