El otro cine dominicano

Una parte significativa del cine que se produce en Santo Domingo ha superado la etapa infantil -la enfermedad infantil del comiquismo-, se ha aprendido a hacer cine, se están aprendiendo los secretos de un difícil arte en el que se funden todas…

Una parte significativa del cine que se produce en Santo Domingo ha superado la etapa infantil -la enfermedad infantil del comiquismo-, se ha aprendido a hacer cine, se están aprendiendo los secretos de un difícil arte en el que se funden todas las artes y la técnica, una forma de arte en la que el genio y el mal genio personal están supeditados a un trabajo de equipo y a veces al capricho de los productores.

Está surgiendo, sí, otro cine junto al dominante protocine farandulero y de humor, el de esos comediantes que hacen peor en la pantalla grande lo que hacen mal en televisión (cuando no lo hacen en el ayuntamiento). Comediantes o bufones tan malos como aplaudidos.

El otro cine es otra cosa, es el fruto de un proceso de estudio, de aprendizaje, de la formación académica de los cineastas o de la experiencia adquirida por otros medios, no de la improvisación.

Los resultados empiezan a verse, se han dado a conocer, a cuentagotas, en eventos tan importantes como el casi clandestino “Festival del minuto”, dedicado al cortometraje, en la realización de documentales, biografías, en la ópera prima de Etzel Báez sobre el asesinato de Amín Abel Hasbún y la investigación del mismo.

Se trata de una película de difícil clasificación, con elementos del cine de suspenso y el documental, basada en el libro “El gigante dormido”, de Fidel Santana.

Su título, “339 Amín Abel Hasbún”, alude al número de la casa de la calle Henríquez y Carvajal de Villa Juana, donde el dirigente estudiantil y político fue ultimado de un balazo en la cabeza por una patrulla de sicarios “en presencia de Mirna Santos, su esposa embarazada, y un niño” (jueves 24 de septiembre de 1970, día de Nuestra Señora de las Mercedes).

“Se abre la puerta -cuenta el Arq. Raifi Genao-, cuatro agentes de la policía irrumpen grotescamente. Junto con los agentes entra también uno vestido de saco y corbata, dice ser ayudante del Fiscal del Distrito Nacional. En verdad otro policía disfrazado de justicia. La delación había tenido efecto. Amín Abel Hasbún había sido ubicado.

“Desde meses atrás se le venía persiguiendo bajo la acusación de haber sido de los organizadores del secuestro del coronel agregado militar norteamericano Donald J. Crowley, por el cual se canjearon 21 presos políticos que morían lentamente en diferentes cárceles del balaguerismo.

“Amín Abel Hasbún era dirigente del Movimiento Popular Dominicano (MPD), organización revolucionaria que pugnaba por el derrocamiento del régimen balaguerista de los doce años que sumió nuestro país en el más oscuro pantano del crimen y el terror.

“La patrulla policial, estuvo compuesta por el primer teniente Edilberto Estrella Fernández, el sargento mayor Rafael Antonio Portes García, el cabo Rafael Medina Tejada y el raso Hermógenes Luis López Acosta, quien fue escogido para hacer el disparo.

“…algunos periodistas (…) llegaron apresuradamente al apartamento y subían las escaleras, sonó un disparo y un río de sangre tiñó los zapatos de quienes querían con su presencia evitar este asesinato.

“Arriba una mujer embarazada y un niño estaban manchados de sangre y masa encefálica, las propias de su ser querido: lo habían matado con una pistola calibre 45 frente a su esposa e hijo. Varios minutos después reaparecía el Ayudante del Fiscal del Distrito Nacional, doctor Tucídides Martínez Howley (hermano de Orlando Martínez), quien dejó el espacio para que se ejecutara el crimen pretextando una llamada telefónica, sin saber que su propia familia se teñiría de sangre tiempo después con el asesinato de su propio hermano y casi de la misma forma”. (“Amín Abel Hasbún… el asesinato de una de las más grandes glorias estudiantiles”, Arq. Raifi Genao).

Joaquín Amparo Balaguer Ricardo puso, desde luego y como de costumbre, todo su ficticio empeño para que la investigación del crimen y el castigo ejemplar de los culpables llegara hasta sus últimas consecuencias:

“1.- 35114

Santo Domingo de Guzmán, D.N.
Septiembre 24, 1970.
Señor Dr. Marino Ariza Hernández Procurador General de la República, Ciudad.
Señor Procurador:

Se le recomienda asumir personalmente la investigación del hecho en que resultó muerto en la mañana de hoy el dirigente comunista Amín Abel Hasbún. Las informaciones ofrecidas por la prensa sobre esta insólita ocurrencia ponen de manifiesto que en ella no sólo participaron las autoridades policiales, sino también miembros del Departamento de Justicia, circunstancia que requiere una investigación a fondo que sea llevada a cabo con energía y con rectitud para que los responsables de cualquier exceso, sí en realidad lo ha habido, sean severamente sancionados en justo desagravio a la sociedad y a la ley.
Le saluda atentamente,
Joaquín Balaguer”

La recreación irónica, a veces cínica, descarnada y atormentada de estos hechos de sangre y abuso de poder es el tema de “339 Amín Abel Hasbún”, la sorprendente opera prima de Etzel Báez, un verdadero activista cultural, cinéfilo y cineasta que da y dará mucho que hablar por su innegable talento.

En la dirección de “339 Amín Abel Hasbún”, sobresale el profesional manejo de los recursos, la forma de lograr que los actores den lo mejor de sí, sobre todo en lo que respecta al inapreciable Pericles Mejía.

Pericles Mejía encarna al Dr. Marino Ariza Hernández, y en este papel hace todo un derroche de arte escénico, de su extraordinaria capacidad para dar vida a un personaje ambivalente con multitud de registros emocionales. 

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