Otro paracaídas para los Castro

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos de América y Cuba, luego de casi 55 años de ruptura con la apertura en Washington el pasado 20 de julio de la embajada cubana y el izado de su bandera en el majestuoso…

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos de América y Cuba, luego de casi 55 años de ruptura con la apertura en Washington el pasado 20 de julio de la embajada cubana y el izado de su bandera en el majestuoso edificio, que desde 1977 acogía la Sección de Intereses de Cuba, es sin lugar a dudas un acontecimiento histórico de gran relevancia internacional.

Si bien es cierto que el gobierno de Barack Obama había dado señales de apertura para cambiar las políticas respecto de las relaciones con Cuba, es evidente que ha habido una inteligente estrategia de parte del régimen de los Hermanos Castro por encontrar nuevamente apoyos que les permitan mantenerse en el poder, ante el derrumbe de la economía venezolana y el debilitamiento de la Revolución Bolivariana del Siglo XXI bajo el errático liderazgo del heredero designado por Chávez, Nicolás Maduro.

Las autoridades cubanas, y particularmente Fidel y Raúl Castro, demuestran una vez más su gran sentido político para identificar oportunidades que les permitan sobrevivir a pesar del fracaso del modelo instaurado por ellos, y su extraordinaria capacidad para advertir a tiempo, cuándo deben buscar nuevas alternativas.

Por eso la Perestroika que generó importantes cambios en el mapa político y geográfico de Europa en la década de los noventa, disolviendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, independizando sus repúblicas así como democratizando los países de la Europa de Este, que estaban bajo la égida del imperio soviético, no generó los esperados cambios en Cuba, ya que el socavamiento de su economía al perder las ayudas de los soviéticos, encontró un portentoso paracaídas en la Revolución del Comandante Chávez Frías y los extraordinarios precios del petróleo durante su mandato.

A pesar de que poco ha cambiado desde el punto de vista institucional, democrático y de derechos humanos en la nación cubana, el gobierno demócrata de Obama ha estado dispuesto a restablecer las relaciones y los Castro, de forma muy inteligente, están aprovechando la coyuntura que les cae como anillo al dedo, para finalmente lograr el fin del embargo de los Estados Unidos a su país, ante la calamitosa situación económica de Venezuela, agravada por la caída de los precios del petróleo. Naturalmente que el presidente de los Estados Unidos también ha entendido que la vieja política de hostilidad con Cuba y el embargo no tenían sentido y que probablemente lograrán más resultados con la apertura que les permitirá tener relaciones comerciales que podrán ser pautadas bajo un marco ventajoso y exportar el modelo capitalista a través de sus empresas, que lo que lograron durante décadas de rompimiento, que no fue más que mantener vivo un mito insostenible, alimentado entre otras cosas, por el antiimperialismo.

Cuba parece estar migrando hacia una transición al estilo de la China, de capitalismo para regir la economía pero con mantenimiento de las estructuras políticas, lo que permitirá a los Castro, a pesar de su longeva edad, seguir dirigiendo los destinos de su país.

Eso demuestra una vez más que los factores económicos, como siempre ha acontecido en la historia de la humanidad, son decisivos para determinar el rumbo del mundo y sus naciones; sobre todo en una época en la que los acuerdos comerciales definen a las potencias mundiales y no las guerras.

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