El país de Alicia

Ayer estuve investigando a una empresa dominicana de servicios que se anuncia en televisión. Se describe a sí misma como innovadora y vanguardista y hasta ofrece promociones y especiales al público. Creo que fue la intuición femenina que me llevó&#82

Ayer estuve investigando a una empresa dominicana de servicios que se anuncia en televisión. Se describe a sí misma como innovadora y vanguardista y hasta ofrece promociones y especiales al público. Creo que fue la intuición femenina que me llevó a indagar sobre un negocio que, aunque en pantalla se ve muy llamativo, no tengo conocido alguno que lo haya utilizado, nunca lo he visto físicamente y no tengo más información que su publicidad televisiva, la cual extrañamente indica que opera en el país desde el 1995.

Cuando busqué su página en internet y noté que está “en construcción” a pesar de ser una empresa con casi 20 años en el mercado, según lo que en los medios ellos mismos alegan, decidí llamar por teléfono pero fue en vano, pues ambos números están desconectados. Ello me motivó a ir a la empresa cuya dirección publican en su incompleto portal, sólo para levantar más mis sospechas al notar que físicamente no está en lado alguno.

Opté entonces por investigar en la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) y constatar lo que temía: no hay registro nacional de contribuyente (RNC) o dato alguno de la empresa en cuestión, y al menos para los fines de la renta, la flamante empresa no existe.

También fui a la institución oficial encargada de conceder licencias para que empresas interesadas puedan ofrecer la clase de servicios que ellos promueven, y no sólo no está en su listado de concesionarios autorizados, sino que nadie en dicha oficina ha oído siquiera el nombre.

A pesar de todo lo anterior, esta empresa obtuvo registros diversos de signos distintivos en la Oficina Nacional de la Propiedad Industrial (Onapi), ha ganado casos administrativos ante esa misma oficina, ha participado en importantes licitaciones públicas, ha iniciado y ganado casos judiciales y ha hecho relevantes compras de bienes controversiales.

Este ejemplo me llevó a recordar que aún vivimos en una bizarra y malévola versión del país de Alicia, donde todas las maravillas son posibles para el que tiene recursos, relaciones y poder. Un país en el que todavía hay intocables y dueños de empresas fantasmas que pueden lograr cualquier cosa, mientras tantas otras que se manejan de forma más leal son cuestionadas y castigadas.

Hay que romper ciertos pactos de silencio y desmantelar este paraíso de impunidad que cada vez más distorsiona el mercado, en perjuicio casi siempre de los que más trabajan y los que hacen las cosas por el libro.

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