Un Papa para estos tiempos

La elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como nuevo Obispo de Roma ha sido, probablemente, el acontecimiento más comentado en la última semana.

La elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como nuevo Obispo de Roma ha sido, probablemente, el acontecimiento más comentado en la última semana.La trascendencia de la elección del nuevo Papa no sólo deriva de las primacías que su escogencia establece (el primer latinoamericano y el primer jesuita), sino también de la excepcional circunstancia de suceder a un Pontífice que ha renunciado.

Francisco, como ha decidido llamarse, en honor a San Francisco de Asís, asume la misión en momentos especialmente difíciles para una Iglesia Católica que ha sido sacudida por el problema de la pederastia, las filtraciones de documentos papales, así como por problemas financieros. El nuevo Papa encara muchos de los retos que plantea una post-modernidad centrada en valores inmanentes y en un antropocentrismo que niega la condición del hombre, histórica y culturalmente irrebatible, de ser un “peregrino de lo absoluto”.

Francisco viene precedido por Benedicto XVI, uno de los principales teólogos católicos del último medio siglo, y más mediamente por Juan Pablo II, un carismático pontífice que viajó por todo el mundo. El de éste último fue un largo pontificado, envuelto en las tensiones de los últimos lustros de la denominada “guerra fría”, pero espiritualmente fecundo, como lo demuestran sus catorce encíclicas. Mientras, el de Benedicto XVI fue un papado corto -algunos dicen que de transición- y aguijoneado por los problemas que parecieron haber incidido en su decisión de dejar vacante la silla de Pedro. Hoy los grandes problemas de la Iglesia parecen ser distintos. Vivimos una época diferente a la de apenas tres décadas, y una parte de la feligresía católica demanda, no sólo del Papa, sino de toda su jerarquía, cambios que impacten en forma positiva a la principal denominación cristiana.

Por su forma humilde y sencilla de vivir, así como por su compromiso con los pobres, el Papa Francisco augura imprimir un giro en la forma en que los cristianos -en especial su jerarquía- se relacionan con el mundo.

Sus primeras apariciones han supuesto, no sólo las siempre simpáticas “rupturas del protocolo”, sino los llamados a la oración -de la que siempre se ha dicho que es “la fortaleza del hombre y la debilidad de Dios”-, por la Iglesia, por los demás y por él mismo.

De convicciones firmes, conservador dirían algunos, pero con un gran trabajo pastoral detrás suyo, el Papa Francisco luce en condiciones de reconducir a la cristiandad hacia al rescate de una serie de valores, principios y prácticas, que refuercen la convicción y el compromiso de los católicos de ser siempre “sal terrae”.

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