Pensar en “un año nuevo”

Que nuestra querida nación sea capaz de rebasar los escollos que históricamente nos han relegado a la triste categoría de país tercermundista, no puede resumirse en un simple y bien intencionado deseo, a propósito de las expectativas y optimismos&#82

Que nuestra querida nación sea capaz de rebasar los escollos que históricamente nos han relegado a la triste categoría de país tercermundista, no puede resumirse en un simple y bien intencionado deseo, a propósito de las expectativas y optimismos que suele traer consigo la llegada de un nuevo año.
No. Hace falta mucho más que un simple deseo. Los planes de desarrollo de un Estado parten, claro está, de una aspiración, de una voluntad colectiva de cambio y transformación, pero sin acciones estratégicamente definidas para concretizarlos, estos sentimientos se quedarían en el plano meramente teórico.

Entonces, de nada sirve invocar el cambio si no somos capaces de articular políticas públicas que impulsen el deseo de transformar para bien las vidas de los ciudadanos que conforman nuestra nación.

Las presentes autoridades se han esforzado en hacer factible el cambio mediante la acción. La gente se siente conforme por la actitud asumida por el Gobierno en torno a decisiones que han mejorado sustancialmente los servicios públicos en los ámbitos de la educación, salud, inversión en programas de asistencia social y fortalecimiento institucional.

De igual forma, el pueblo ha experimentado un estilo presidencial atípico, con un mandatario dado a escuchar y responder cara a cara las inquietudes, preocupaciones y necesidades de gente con igual derecho a vivir dignamente y disfrutar (como unos pocos) de las riquezas nacionales.

Y ha sido ese el motivo principal de que hoy el presidente Danilo Medina opere en el marco de un régimen de legitimidad y gobernanza, que le permite orientar sus decisiones respondiendo sólo al interés nacional y con el objetivo supremo de garantizar el bienestar de sus gobernados.

Negar el éxito en los renglones antes mencionados, sería injusto y poco objetivo. Sin embargo, es preciso acentuar que de lo que se trata no es sólo de resaltar la figura de un hombre revestido de la gran responsabilidad de conducir el destino de toda una nación, sino de lo que seamos capaces de lograr como Estado, que no es sinónimo de Gobierno.

Por esta razón, afrontar desafíos tan serios como la criminalidad, la gran brecha que sigue separando a pobres y ricos, la exclusión y los asomos de corrupción pública y privada, tampoco debe asumirse como un tradicional deseo de fin de año.

Reitero, sin acción no hay cambio, y para lograr la transformación deseada hace falta involucrarnos y adoptar un pensamiento crítico en torno a los desafíos y compromisos estatales que nos exige el presente y nos depara el futuro.

Si fuéramos capaces de al menos mostrar esta intención, sería, pues, una espléndida forma de desearnos un feliz año nuevo cargado de esperanzas para producir un cambio real.

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