Países como República Dominicana afloran como grandes perdedores en el orden de la globalización. Lo evidencia el dato de que ante la forzada reducción de los aranceles por los acuerdos de libre comercio, la presión tributaria ha sido cargada al mercado interno. Eso significa que el contribuyente dominicano ha sido penalizado, mientras no se beneficia de la apertura. La entrada masiva y libre de impuestos aduanales de productos importados, nos aporta una oferta más diversificada, pero no ha empujado bajadas de precios. Al mismo tiempo es ofensivo el desbalance con nuestras exportaciones. ¿Quiénes ganan, quiénes pierden con el libre comercio? Cuestión que debiéramos preferir para discutir, a la minucia política enajenante.

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