A los lectores de esta columna que me permitan bajarme del cuadrilátero para abordar un interesante tema.
Un tema al margen del boxeo, pero que encierra lo que muchas veces suele ocurrir en este pícaro mundo: Hipocresía y doble moral.
Me refiero al caso de Pete Rose, el inmenso ex jugador en el béisbol de Grandes Ligas que hace bastante tiempo impuso una marca que, lo sé bien claro, nadie la va a romper.
Rose, con sus 4,256 hits, conectados de manera limpia, sin usar ninguna sustancia prohibida y trabajador incansable del béisbol organizado, “no cabe en el nicho de los inmortales de Cooperstown”. Es lo que dicen los magnates de la Major League Baseball (MLB) y un grupo de amargados periodistas beisboleros, así como envidiosos individuos del negocio-deporte.
También por estos predios dominicanos tenemos a cronistas deportivos que se oponen a que el sensacional atleta sea inmortalizado. Pete Rose hace tiempo que fue inmortalizado por el pueblo de Estados Unidos y los ciudadanos sanos.
Doble moral
Rose, además de jugador al ciento por ciento también trabajó como mánager de Cincinnat,i donde perdió el puesto tras ser acusado de apostar, incluso “contra su propio club.”
¿Por qué considero que la MLB, en el caso de Rose, actúa con doble moral?
Mark McGwire y Barry Bonds, para poner sólo esos dos ejemplos, trabajan para el béisbol de las Grandes Ligas.
Bonds y McGwire fueron acusados -por la propia MLB- de trabajar ilegalmente mientras eran peloteros. Se les señaló como consumidores de esteroides.
Por eso no son elegibles a estar en el Salón de la Fama, pese a que tienen excelentes números.
Pese a esa acusación – según la MLB- sí pueden trabajar en el béisbol organizado de Estados Unidos, pero no Pete Rose.
¿Y entonces?
Pete Rose, con su singular marca de 4,256 hits, hace tiempo que es un inmortal de Cooperstown.
Y sepan que está inmortalizado por el pueblo de EE.UU.
