Pidió lo que no le podían quitar

Esta es una historia real. Hace cuatro años me encontré con una amiga que estudiaba Ingeniería Industrial cuando yo cursaba un…

Esta es una historia real. Hace cuatro años me encontré con una amiga que estudiaba Ingeniería Industrial cuando yo cursaba un postgrado de Economía en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

Cuando la vi ya estaba casada, con dos niños y con un buen empleo en una importante empresa multinacional. Además, me dijo que desarrolla actividades empresariales particulares, por lo que estaba pensando en renunciar de su bien remunerado empleo para dedicarse por completo a su propio negocio de importación.

En su época de estudiante, mi amiga trabajaba en un bar nocturno y salía con un hombre casado, mucho mayor que ella, y sobre el que nunca tuvo esperanzas de formalizar una relación, pues era un señor “de su casa”.

Sin embargo, de todos los ofrecimientos materiales que él le hizo para tenerla, ella prefirió pedirle que le pagara los estudios de su carrera en una buena universidad y un curso avanzado del idioma inglés. Dijo que de pedirle casa y carro, él se los volvería a quitar cuando se cansara de ella, pero nunca podría quitarle una carrera universitaria. Con el tiempo se hizo profesional y dejó el empleo “inmoral” que tenía, además de que terminó aquella relación coyuntural para convertirse luego en una “mujer decente”.

El tema viene al caso, porque aquella vez conversamos sobre la vida de las muchachas que, con la dicha de su belleza y la desdicha de su pobreza, deben tomar empleos socialmente cuestionables y sostener relaciones con hombres ajenos para mantenerse. “La diferencia -me dijo- es que cuando yo fui amante, en lugar de pedirle cosas de vanidad a ese hombre, le pedí cosas que por un lado nunca me podría quitar y por otro lado, me ayudarían a salir de la vida que llevaba. Le pedí pagarme los estudios, y él accedió, incluso, más gustoso que si le hubiera pedido una casa o una yipeta”.

Ella actuó con inteligencia de futuro y no con vanidad del presente. Es un buen ejemplo para aquellas chicas que creen que se llevan el mundo por delante, viven el momento, y no aprovechan la posibilidad de superarse sacando provecho a su belleza coyuntural.

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