El director del CEA ha destapado, quizás sin darse cuenta, lo que podría ser uno de los mayores escándalos de corrupción en el Estado dominicano: El reparto antojadizo e indiscriminado de tierras y no precisamente a favor de agricultores, sino de muchos purgones citadinos que quieren mostrar ascenso social con la posesión de una parcela.
Si las autoridades a quienes corresponde indagar sobre lo que está denunciando el titular del CEA se ponen en su asunto, usted verá patos al agua, ya que en los repartos que ha estado haciendo el Instituto Agrario Dominicano hay desde funcionarios de elevada, mediana y baja categoría hasta amigos, familiares y relacionados de los que mandan en el organismo que se supone rector de la Reforma Agraria, aquel proceso del que una vez el presidente Joaquín Balaguer dijo que lo consideraba como su novia.
Enrique Martínez no se ha ido por las ramas y ha dicho que al IAD casi ha repartido medio país, “entregando una especie de certificaditos” a los beneficiarios, como si fueran títulos de propiedad, con el agravante de que muchos de los predios entregados mediante esa modalidad no pertenecen al IAD, y en su mayoría son del CEA. Aparentemente, se trataría de una piñata de nuevo tipo. ¡Ay, mamá…!
Manga por hombro
Cuando termine de destaparse la olla de este lío de los repartos de parcelas en tierras que no le pertenecen del que se acusa al IAD, saldrá a flote en primacía algo de lo que hace mucho tiempo advertí: la falta de visión gerencial en las autoridades de esa institución.
Si hay una entidad donde los auditores de la Contraloría General de la República y la Cámara de Cuentas debieran escudriñar meticulosamente, esa es el IAD, donde –diiicen las malas lenguas- que casi todo anda manga por hombro, desde las vitales relaciones interpersonales del director con sus subalternos inmediatos hasta el cumplimiento de los procesos y procedimientos que son garantía de transparencia en el manejo de recursos.
Seguiré con el tema…
