¿Podrán cohabitar?

Los venezolanos protagonizaron el pasado domingo una jornada cívica que ha sorprendido a los más escépticos observadores de la situación de Venezuela desde la muerte del comandante Hugo Chávez. Después de un largo período de inestabilidad desde&#82

Los venezolanos protagonizaron el pasado domingo una jornada cívica que ha sorprendido a los más escépticos observadores de la situación de Venezuela desde la muerte del comandante Hugo Chávez. Después de un largo período de inestabilidad desde la elección del presidente Nicolás Maduro, que fue gravemente impugnada por su contendor Henrique Capriles, en un proceso de negación de resultados muy marcado por la violencia, las votaciones decretan un nuevo momento para esa nación, no sólo por la victoria apabullante de la oposición, sino por la participación ciudadana, por el orden y la paz en que se desenvolvieron los hechos.

Desde la ascensión de Maduro al poder, el 19 de abril de 2013, los venezolanos han vivido un proceso de deterioro progresivo. Al inicio, la inflación era de 20%, escasez generalizada de productos básicos, y una cotidianidad aguijoneada por la delincuencia.

Desde entonces, todo fue para mal. La inflación ya ni se mide, por encima de 70%. La moneda se ha devaluado brutalmente. De 22 bolívares por un dólar cuando falleció Chávez, hasta 275 bolívares por dólar.

La ruinosa caída de los precios internacionales del petróleo completó un cuadro perfecto para estimular la ingobernabilidad. El presidente Maduro debió recurrir a la Asamblea Nacional para imponer una ley habilitante que le permitió gobernar por decretos-leyes, que sólo sirvieron para agrietar las relaciones entre gobierno y oposición.

La situación se tornó difícil. Si bien Chávez gobernó sin grandes dificultades hasta su muerte en 2013, los venezolanos llegaron en estos tiempos al hartazgo del que en algún momento habló Arturo Uslar Pietri.
Retener el control de la Asamblea Nacional en medio de una situación de confrontación extrema, no sólo con la oposición, sino contra una clase empresarial militante, era un imposible.

El presidente Maduro ha aceptado la realidad. Ahora debe gobernar con una Asamblea Nacional adversa, con amplia capacidad de control y disposición que lo obligará a cambiar el rumbo.

La pregunta inevitable es si con esa Asamblea podrá agotar el período de seis años por el que fue electo, es decir, hasta 2019. Preservar las formas democráticas es el gran reto de la oposición y del gobierno. ¿Podrán cohabitar? l

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