Una barrera en la carrera de algunos de los actores políticos del presente, la constituye la ligereza con que se expresan al tratar temas importantes. Se destacan como habladores locuaces y no como políticos. Unos y otros ven la práctica política como una dicotomía. La única verdad es la suya, la contraria es mentira. Es una visión excluyente en una sociedad democrática que tiene que caracterizarse por el espacio que reserva para disenso.
Joaquín Balaguer fue un político inteligente y exitoso, pero sus mejores metas las alcanzó por su capacidad de espera y comprensión de la conducta de sus enemigos y adversarios políticos. Las expresiones de rechazo y los denuestos contra su persona los veía como parte de los obstáculos que tenía que vencer. Su comportamiento desesperó a muchos de sus adversarios. Balaguer fue capaz de ser amplio y espacioso con los “críticos” enconados.
Su conducta explica por qué no se produjo una decisión importante que pasara sin que otros líderes políticos y empresariales lo consultaran. Su capacidad de escucha fue tan amplia que a pesar de que nunca casó, algunos de sus adversarios acudieron a su despacho a pedirles consejos matrimoniales.
Durante más de 40 años fue el político más denostado por sus opositores. Esto en lugar de debilitarlo lo hizo más influyente en la sociedad. Nada lo desesperaba. Sustentaba el criterio de que hay que dejar que las cosas ocurran en lo que consideraba como su tiempo. “Uno de los secretos del éxito en la vida pública consiste en saber esperar. Quien se impacienta, acicateado por sus ambiciones legítimas o no, corre el riesgo de tropezar y se expone innecesariamente al fracaso”.
Originó el reconocimiento de muchos hombres y mujeres que no se involucraron en política partidista. Su inteligencia emocional se imponía en las circunstancias más difíciles. Hasta los 96 años fue político de “los pies a la cabeza”.
Balaguer sustentaba la idea de que hay cosas y personas que traen mala suerte. Balaguer fue un caso excepcional en la historia local. Al final logró el reconocimiento de muchos adversarios y hasta de algunos enemigos. Su capacidad para pasar por alto ofensas y desplantes dio los resultados a su favor. Nunca es líder el que tiene la mayor capacidad para ofender.
