Por las vías legítimas

Algunos sectores han asumido unas líneas raras, que privilegian unos objetivos extraños a los mecanismos que instituye el sistema democrático.

Algunos sectores han asumido unas líneas raras, que privilegian unos objetivos extraños a los mecanismos que instituye el sistema democrático. Lo hacen desde la calle y desde otras tribunas. De todas formas, es el derecho al ejercicio de la libertad de expresión, que es una prerrogativa ciudadana. Sin embargo, no son muy comprensibles ciertas demandas.

Reclaman la renuncia de los jueces de las más altas cortes de la República, con énfasis ahora en la Suprema Corte de Justicia. Hace unos meses el foco lo tenían sobre el Tribunal Superior Electoral. En ese caso encuadraba en un contexto político, en medio de un conflicto por el control de una organización. Podía comprenderse las razones.

Ahora las voces se levantan contra la Suprema Corte. Y hubo alguien que propaló que pronto la “tomarían”. En este caso la motivación es la lucha anticorrupción, un propósito muy loable pero movido en base a métodos contraproducentes.

El sistema provee los recursos que se pueden agotar en la jurisdicción judicial. Pero se aboga por destituir los jueces. ¿Hacia dónde se apunta? ¿Hacia la quiebra institucional? ¿O es que el denodado empeño de adecentamiento de la vida pública es la expresión visible de la lucha por el poder mediante un discurso moral?

Según la Constitución de la República, es competencia del Consejo Nacional de la Magistratura designar a los jueces de la Suprema Corte de Justicia, mediante un sistema muy explícito. La norma de evaluación de los mismos está prevista en el artículo 181 de la misma. En forma alguna es una materia callejera.

El sistema democrático se rige por los instrumentos previstos en la Carta Magna y en las leyes de la República, y obedece a un orden claramente establecido. En base a un discurso del momento se pretende desentenderse de todo eso. Es lamentable que haya quienes alimenten un temperamento levantisco por conveniencia coyuntural.

Las instituciones de la República tienen que ser respetadas y prevalecer. Los ciudadanos y la sociedad toda tienen las vías para canalizar lo que consideren más idóneo en su justo afán para que impere la justicia y la paz.

Pero tiene que ser por las vías legítimas. 

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