Preocupaciones sobre las metas de inflación del BC

El Banco Central anunció la adopción de un esquema de metas de inflación como guía para hacer política monetaria. Eso significa que se está proponiendo como objetivo central y casi único el logro de una det

El Banco Central anunció la adopción de un esquema de metas de inflación como guía para hacer política monetaria. Eso significa que se está proponiendo como objetivo central y casi único el logro de una determinada tasa de inflación, la cual ha situado en 5.5% para 2012, en 5% para 2013, en 4.5% para 2014 y en 4% para 2015.Aunque el documento que hace explícita la estrategia es cuidadoso, indicando que las metas “no debe interpretarse como una regla de política”, que otros objetivos como el crecimiento son relevantes, y que no debe haber contradicción entre baja inflación y alto crecimiento, el nuevo esquema apunta a una radicalización en el uso de la política monetaria en el control de la inflación y a una creciente subordinación de cualquier otro objetivo. En palabras llanas, el Banco ajustará continuamente la cantidad de dinero disponible para alcanzar su objetivo, secando la economía cuando la inflación supere su nivel objetivo o inyectando dinero en caso contrario.

Hasta el momento, la política monetaria en la República Dominicana había sido relativamente flexible. Aunque perseguía controlar la inflación, ha sido tolerante a fluctuaciones moderadas de los precios y el crecimiento ha sido un objetivo relevante.

Para defender el nuevo esquema el Banco Central argumenta la necesidad de lograr una mayor certidumbre por parte del público respecto a la inflación objetivo, y al compromiso de las autoridades con ella. Se supone que esto fortalece la confianza y respalda las decisiones de inversión.

Nadie duda que una alta tasa de inflación deba ser una preocupación central de política pública, particularmente en un contexto en el que los sectores más pobres tienen un  ínfimo poder para defenderse de ella, además de las negativas implicaciones que puede tener la incertidumbre que produce los fuertes aumentos de precios sobre la inversión.  Sin embargo, evitar una alta inflación es distinto de buscar por todos los medios alcanzar una tasa específica de inflación. Hay al menos dos inquietudes que levanta esta decisión.

Primero, en no pocas circunstancias, reducir la inflación contrae la inversión, el crecimiento y el empleo, variables tan o más importantes para proteger a la población pobre y para promover el desarrollo como la inflación misma.

Contrario a lo que supone la controversial teoría que apoya este tipo de políticas, la cual asume agentes perfectamente racionales y con una infinita capacidad previsora, el dinero tiene un impacto relevante en la economía real y en los sectores productivos. Por lo tanto, una política monetaria sabia, antes que centrarse estrictamente en una tasa de inflación, debe favorecer el crecimiento y la inversión al tiempo que evita brotes inflacionarios excesivos. En todo caso, también querríamos tener ciertas certezas de que se crecerá, y que habrá más empleos y mayor demanda en los meses por venir.

Segundo, como el propio Banco Central reconoce, el esquema de metas de inflación blinda la política monetaria de toda contestación pública, la saca del redil del debate democrático, y junto a la inflación y el crecimiento, los convierte en temas exclusivos de una tecnocracia blindada a la crítica que decide cuál es la inflación “óptima”, a cuánto se debe crecer, y cuántas oportunidades tendrá la gente común en el mercado de trabajo. ¿Con cuánta inflación estamos dispuestos a vivir? ¿Cuánto empleo queremos? ¿Acaso no podríamos vivir con un poco más de inflación que el 5.5% decidido en una oficina del Banco para 2012 a cambio de un poco más de empleo? Estos son asuntos demasiado importantes como para dejarlos exclusivamente en manos de economistas.

En un plano práctico, a menos que otra instancia como la Oficina Nacional de Estadística (ONE) asuma la medición de la inflación, una necesidad largamente pospuesta, el Banco Central será quien mida su propio éxito. Será juez y parte.

El Banco Central debería aprender un poco más de sus propios éxitos y menos de teorías  que han mostrado sus debilidades y cuyas políticas derivadas han contribuido a llevar al mundo a una de las crisis más profundas que haya vivido el capitalismo. Esto también vale para la oposición política que ha apoyado la decisión tomada.

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