Un presupuesto decepcionante

Aunque la información disponible al momento de escribir esto era limitada, en términos generales permite concluir que el presupuesto presentado por el Ejecutivo al Congreso es decepcionante. Con el presupuesto para 2013, el Presidente…

Aunque la información disponible al momento de escribir esto era limitada, en términos generales permite concluir que el presupuesto presentado por el Ejecutivo al Congreso es decepcionante.

Con el presupuesto para 2013, el Presidente dio un paso adelante porque empezó a mover las finanzas públicas hacia la senda de la sostenibilidad después del desastre fiscal de 2012.

Se propuso reducir el déficit público a un nivel razonable, considerando lo exorbitante que fue el año anterior, sin que el ajuste del gasto implicara una reducción tal que paralizase el crecimiento.

Aunque dejó intacto el grueso del gasto corriente, tanto en cantidad como en calidad, alimentando una modalidad de clientelismo que compromete la calidad del Estado y de sus servicios, es justo reconocer que reestructuró el presupuesto de inversiones públicas para favorecer la educación y a comunidades rurales y urbanas de menor tamaño, e incrementó el gasto en agricultura.

Dado ese precedente, lo que se hubiese esperado es que la propuesta presupuestaria para 2014 hubiese continuado por esa senda de modestos pero positivos cambios en la política fiscal. Eso debió haber implicado continuar reduciendo el déficit, y por ende la demanda de nuevos créditos, lo que hubiese contribuido, por lo menos, a reducir el ritmo de crecimiento de la deuda.

También hubiese ayudado a quitarle presión al mercado de dinero, del cual el gobierno se alimenta para cubrir el déficit, lo que a su vez hubiese contribuido a aliviar la tasa de interés y a reactivar el crédito, la inversión y el empleo.

El precedente también apuntaba a continuar canalizando más recursos para la agricultura, y si se era un poco más optimista, se hubiese podido hasta llegar a pensar en la eliminación o reducción de algunas instituciones redundantes, inoperantes y/o hipertrofiadas como las de la gestión del transporte público o el servicio exterior, para financiar proyectos de impactos sustantivos en la población.

Pero poco de eso sucederá. En primer lugar, el gobierno decidió posponer el ajuste fiscal. El déficit propuesto para 2014 es de 2.8% del producto interno bruto (PIB), una proporción similar a la de 2013, lo que equivale a más de RD$76 mil millones.

No se esperaba ni es recomendable una drástica reducción del gasto y del desbalance de las cuentas públicas, en especial por el contexto recesivo en el que vivimos, aunque sí una reducción moderada, por ejemplo hasta  2% o 2.2% del PIB. Pero ni siquiera algo tan limitado como esto se propuso.

Una reducción de esa magnitud hubiese enviado una señal positiva del compromiso del gobierno con un cauto y gradual pero sostenido esfuerzo fiscal, con un impacto moderado en el gasto total y el gasto primario. El gasto primario es el gasto público antes de pagar deuda, y por lo tanto el que contribuye a “mover” la economía.

La consecuencia de no hacer nada significativo será que en 2014 la deuda pública crecerá en casi RD$150 mil millones o US$3,400 millones, para pasar desde un equivalente a 37% hasta 41.5% del PIB. La proporción del presupuesto que se financia con crédito pasará desde 27.6% en 2013 hasta 30% en 2014.

Una parte importante de ese financiamiento será interno, lo que implica que el Estado continuará ofreciendo pagar altas tasas de interés por sus bonos, contribuyendo a empujar hacia arriba las tasas en el mercado.

En segundo lugar, y es lo peor de todo, el déficit y el endeudamiento se mantienen para continuar financiando un gasto público que da insuficientes muestras de mejoras.

Por un lado, la estructura del presupuesto parece que cambiará poco respecto a 2013.

De hecho, se aprecia incluso que el financiamiento a la agropecuaria se contraerá. Por otro lado, los esfuerzos por mejorar la calidad del gasto vía la aplicación de las leyes de compras y contratos y de reclutamiento de personal siguen con pocos frutos.

En síntesis, con ese presupuesto, Danilo Medina no enfrenta los demonios sino que se entiende con ellos, y con ello sucumbe ante un modelo de política fiscal agotado, que se ha basado en deuda para mantener una estabilidad de cartón, que no sirve para crear empleos decentes, y que empeña el futuro de todos para financiar un aparato estatal inefectivo para el desarrollo. Eso es lo que siempre se ha hecho. l

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