Prevén un 2013 tranquilo para Danilo Medina

El presidente Danilo Medina Sánchez tendrá doce meses de gobernabilidad tranquila, si se mantienen los indicadores actuales.

El presidente Danilo Medina Sánchez tendrá doce meses de gobernabilidad tranquila, si se mantienen los indicadores actuales. Estrena una reforma fiscal sin rechazo militante, con aura positiva de una parte del sector comercial de consumo, que en las principales concentraciones urbanas decidió posponer el cobro de los impuestos a una gama de productos alimenticios. Asimismo, el gobierno ha adoptado algunas medidas que han caído bien, como anunciadas inversiones en el campo agropecuario y en la educación.

Pero no sólo son esos los únicos elementos que permiten ver un 2013 marcado por una gobernabilidad tranquila. También está el hecho de que gobierna sin opositores. El partido más votado en las pasadas elecciones está marcado por una profunda crisis que desde cualquier perspectiva que se le vea es fácil diagnosticarle una inevitable división, si no formal, real, que estará incidiendo en su desempeño durante todo el período.

Y ahora, las tendencias en conflicto en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) verán más acentuadas sus diferencias. Una, convencida de que puede enjuiciar al excandidato presidencial, Hipólito Mejía y sus parciales, y la otra, muy persuadida de que representa el sentimiento de la mayoría de los perredeístas. La revelación del acta notarial de Sobeida Félix Morel, en la que imputa a Miguel Vargas Maldonado recibir US$300 mil de José Figueroa Agosto, su compañero sentimental, se convierte en un rudo golpe a su imagen, y desde ya está siendo utilizada por sus enemigos internos.

De ese modo, el perredeísmo gastará todas sus potenciales energías durante un buena parte del año en sus desgarradoras querellas, lo que obviamente lo descalifica como ente opositor, o al menos a sus diferentes grupos como interlocutores válidos frente a la administración de Medina, que de ese modo  no encontrará resistencia importante en esa organización, pero tampoco podrá contar con ella para fines de consenso o para manejar situaciones de conflictividad.

El elemento es tan resaltante que el martes, en un tono raro, el dirigente peledeísta, exsecretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda Rancier, declaraba que el PLD se ha convertido en partido de gobierno y de oposición al mismo tiempo, un rol que él mismo definió como “difícil”.

Más allá del PRD, las demás fuerzas que de alguna forma reflejan algún nivel de actividad, forman parte del campo aliado oficialista, y su mayor expresión es precisamente el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), que ocupa cargos del gobierno. El resto está constituido por pequeños agrupamientos de baja intensidad y que no accionan frente al gobierno.

Un escenario donde estas apreciaciones se pueden medir es el Congreso Nacional, donde el PLD, el PRSC y los demás aliados tienen mayoría. De cualquier manera, los legisladores perredeístas están rabiosamente divididos. La dividida oposición no tiene capacidad para impedir que el oficialismo materialice sus políticas.

La afirmación de que Medina no tiene interlocutores válidos también es válida para otros actores, llámese fuerzas o movimientos sociales emergentes, unos sin caras y otros con escasa capacidad de representación.

Lo mismo computa para el movimiento sindical. Una parte de sus más notorios dirigentes está vinculada al gobierno. De acuerdo con un inventario recientemente publicado por elCaribe, el movimiento sindical acusa una manifiesta debilidad orgánica, y muy pobre, por no decir nula, capacidad de convocatoria. La historia de “las jornadas” en pro de un aumento salarial sugiere que los logros de los últimos dos años estuvieron matizados por un fuerte movimiento de opinión pública y una suerte de “solidaridad” de una parte del empresariado.

Desde el punto de vista de la economía, si bien hay inquietud por una escalada de precios por la reforma fiscal, probablemente no ocurra en los términos temidos. De entrada, fue atenuada por la actitud de algunos comerciantes, y el gobierno enfatiza en activar la producción agropecuaria con una inversión de tres mil 113 millones de pesos en apoyo directo a los productores agropecuarios, en los primeros seis meses. Asimismo, busca mover la industria de la construcción mediante el programa de aulas y estímulos a las pequeñas empresas para generar   empleos rápidamente.

Pero no se puede concluir sin valorar más detenidamente la resistencia de los movimientos sociales, pero los mismos siguen siendo un misterio, y tal como ha advertido el economista Pavel Isa Contreras, han centrado su accionar en la lucha anticorrupción, sin considerar las grandes inequidades sociales. Pero tampoco ese movimiento muestra coherencia ni capacidad orgánica que pueda estructurar respuestas que coloquen al gobierno en situaciones críticas.

En pocas palabras, Medina tiene casi todas las cartas en las manos. En su actual panorama, vale la actitud de su partido, inmerso desde ya en la celebración de su Congreso Norge Botello, obligado a reinventarse, después de ocho años en el poder.

Los retos de gobernar creativamente, sin oposición, si bien permiten sugerir  un período de tranquilidad, también lo obligan a sintonizar con una población que al término de la pasada administración, ya estaba cansada del PLD, y requiere oxigenarse en unas realidades materiales más allá de un espejismo que promete bondades que, finalmente, deben llegar.

El año pasado

Cuando Medina se juramentó en agosto pasado y hasta finales de diciembre, vio pasar una tormenta mediática, en las calles y en las redes, que cuestionaba el pasado gobierno del PLD, pero todas las denuncias no entrañaban ataques a la nueva administración, y mucho menos al Presidente.

Las denuncias, protagonizadas por jóvenes de clase media, residentes en zonas acomodadas y de clase media baja de Santo Domingo, se centraban en el presidente Leonel Fernández, por los altos volúmenes de gastos del año pasado, que advertían un alto déficit fiscal estimado en 187 mil millones de pesos.

De modo que Fernández se convirtió en el “sandbag” del descontento de esos sectores críticos, a la cola de los cuales se colocó una fracción del dividido PRD. De modo que al término de los tres primeros meses, Medina seguía contando con una consistente aprobación, muy al margen de las críticas al finalizado gobierno de su partido.

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