¿Pueden dar lecciones?

Los ciudadanos de países pequeños y atrasados como República Dominicana, a los que representantes de Estados Unidos suelen dar lecciones de comportamiento institucional, no salen del asombro y van de un espanto a otro con esta campaña por la presidenc

Los ciudadanos de países pequeños y atrasados como República Dominicana, a los que representantes de Estados Unidos suelen dar lecciones de comportamiento institucional, no salen del asombro y van de un espanto a otro con esta campaña por la presidencia.

Nueva vez el fantasma del fraude, de lo que tanto se hablaba por aquí en el siglo pasado, y que gradualmente pierde importancia, es materia fundamental de uno de los dos principales candidatos. Inimaginable en la grandiosa democracia norteamericana.

El candidato republicano Donald Trump ha sido sistemático en denunciar -aunque sin presentar evidencias- que se prepara un “fraude masivo” en su contra, como solía ocurrir en las repúblicas bananeras.

Los insultos y extravagancias verbales son ilimitados. La candidata demócrata se ha dejado inexplicablemente arrastrar a su terreno y por momento se tiene la impresión de que se está ante una pelea de calle, por no utilizar otro término.

Ahora hay incertidumbre acerca de lo que podría ocurrir el día después de las elecciones, porque el candidato Trump dice que reconocería los resultados sólo si le favorecen. Verdaderamente inédito en una contienda electoral, en el país de la civilidad y de las instituciones.

Trump no ha parado de atacar a los medios. Se siente perseguido y habla de una componenda de su competidora con los mismos. Guarda parecido con el discurso de un representante norteamericano en un país del tercer mundo que se queja de “muchos columnistas, editorialistas, y otros que obran como portavoces de muchas personas” para hostilizarlo. Pura intolerancia.

En la víspera del debate del miércoles muchos ciudadanos no ocultaban su deseo de que el mismo no se efectuara. El deprimente lenguaje, la agresividad, la insolencia, el despropósito y la falta de propuestas así lo sugerían.

En fin, el sistema electoral norteamericano, eje clave de las bases en que se fundamenta la legalidad democrática de ese país, ha sido sometido al cuestionamiento de uno de los dos más importantes candidatos. Y su contrincante no oculta el horroroso asombro cuando lo escuchó decir que se reserva el derecho de “rechazar el resultado o presentar una demanda”, si pierde.

Con esas manifestaciones de decadencia ¿pueden dar lecciones los norteamericanos?

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