¡Qué desaguisado!

No sabemos si es que hemos perdido el rumbo y quienes actúan de una manera extraña somos los gobernados y no una buena parte de quienes dirigen.

No sabemos si es que hemos perdido el rumbo y quienes actúan de una manera extraña somos los gobernados y no una buena parte de quienes dirigen. Hablamos de los laboriosos diputados, que otra vez se convierten en piedra de escándalo por la forma en que se asignan dineros públicos y asimismo disponen de ellos.

Estamos en el segundo escándalo del año. Antes fue en ocasión de la celebración de la Semana Mayor. Se asignaron partidas extraordinarias en el Presupuesto y Ley de Gastos para regalarlos entre sus seguidores para que prepararan sus “habichuelas con dulce”. Si no hubo excepciones, cada legislador se llevó a sus bolsillos entre 50 y 80 mil pesos.

Con ocasión del Día de las Madres dispusieron de RD$176.9 millones para “honrarlas” regalándoles electrodomésticos.

Instrumentalizan toda la simbología de una celebración tan especial con un propósito clientelar, con la agravante de que cometida la irregularidad, no hay forma de auditar que esos montos fueron gastados en los propósitos explicitados.

Si hicieron los obsequios, lo que está seguro es que sirvieron para auto promoverse. Eso es utilizar los recursos públicos en provecho propio.

Como los diputados se preocupan por las madres, sería muy útil si trabajaran para fortalecer los valores de familia. Promover y organizar actos en sus localidades que contribuyan a la educación de las madres, reconocer a “madres ejemplares” y hasta auspiciar durante esa actividad algún entretenimiento sano.
Eso ayudaría más al desarrollo de una cultura cívica que regalar un televisor.
Tampoco tendría un alto costo.

Pero por lo que vemos, eso sería de baja rentabilidad política.

En todo caso, no concierne a los legisladores financiar habichuelas con dulce ni regalar efectos electrodomésticos. Ni por asomo entran en las atribuciones de la Cámara de Diputados y mucho menos del Congreso.

Estamos ante una carrera hacia el absurdo, dañando las instituciones, degradando cotidianamente su dignidad y propiciando que la gente perciba que el sistema democrático es una farra. Y con ese proceder, allanamos el camino para su gradual destrucción.

Ahora, algunos diputados pretenden justificar su desaguisado. ¡Cuánto descaro!

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