Lo que nadie me sabrá decir

Supongamos que Barry Bonds usó esteroides. Bonds conectó 762 cuadrangulares en su carrera, pero nadie sabrá decirme cuántos…

Supongamos que Barry Bonds usó esteroides. Bonds conectó 762 cuadrangulares en su carrera, pero nadie sabrá decirme cuántos de ellos fueron con esteroides y cuántos no. Ni siquiera él.

Quisiera encontrar a algún doctor en medicina deportiva o algún físico nuclear de la NASA que pudiera explicarme sobre la diferencia en poder o distancia de un batazo conectado por un bateador que consume esteroides con ese mismo pelotero, pero sin consumirlos.

Si alguien me contesta eso, entonces sabré de una buena vez por qué apenas 35 jonrones de Bonds llegaron a mojarse en la llamada McCovey Cove de la Bahía de San Francisco.

Supongamos también que Roger Clemens usó sustancias ahora prohibidas, así que quisiera que me   ayuden a determinar cuántas millas le agregaban dichos productos a su recta o que tanto efecto surtían a la hora de hacer mover sus rompientes.

Pero también adoraría saber si los tantos hits, dobles, triples y cuadrangulares que recibió y los juegos que perdió llegaron porque sencillamente no se había dopado ese día. Estoy seguro de que nadie nunca me sabrá decir eso. Ni siquiera Clemens.

Supongamos que Sammy Sosa consumió esteroides.  Dicho esto, sería alguien capaz de ayudarme a saber por qué se ponchó la abrumadora cantidad de 2,306 veces.  Por qué su vista, su cerebro, su movimiento de caderas, en fin, su swing, falló tantas veces.

Igual sería muy grato saber cuántos de sus 609 cuadrangulares  fueron frente a lanzadores que también consumían esteroides, tomando en cuenta la era silvestre en la que jugó. Pero nadie sabrá decirme eso.  Ni siquiera Sammy Sosa.

En efecto, hay muchas cosas que jamás se podrán saber. Esa es la cuestión con los esteroides, que no se sabe, ni se podrá saber acerca de todas las aristas que envuelven al espinoso tema. Tal vez nunca  sabremos quién engañó a quién.

Mientras tanto, aquellos que ayer eran los dueños del circo, hoy, como viles y arruinados payasos, son condenados a la hoguera. Así de dañinos son los esteroides. Así de dañina es la doble moral.

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