¿Qué pasa en Brasil?

Quienes hemos seguido de cerca y con atención la evolución de la situación política brasileña, luego de la cuarta victoria electoral del Partido de los Trabajadores (PT) y las fuerzas coaligadas, las más disputadas desde 1989, no tenemos dudas&#8230

Quienes hemos seguido de cerca y con atención la evolución de la situación política brasileña, luego de la cuarta victoria electoral del Partido de los Trabajadores (PT) y las fuerzas coaligadas, las más disputadas desde 1989, no tenemos dudas sobre las intenciones desestabilizadoras de los planes de los sectores más recalcitrantes de la denotada e impaciente oposición brasileña.

Tampoco escapa a nuestro conocimiento, lo complejo y complicado del momento político actual donde han venido a confluir una serie de factores económicos, sociales, institucionales e internacionales de gran impacto negativo para la gobernabilidad democrática en esa gran nación suramericana.

La erosión de la popularidad del gobierno de Dilma Rousseff, con una tasa de desaprobación de un 65%, unido a la aparición de señales y síntomas de una crisis de identidad y perspectivas en el Partido de los Trabajadores (PT), sometidos ambos (Gobierno y partido) a las presiones y a los reclamos de una abigarrada base aliada y de sectores sociales y populares que hicieron causa común en el triunfo del 26/10/204, le inyectan diariamente material inflamable a una coyuntura muy volátil y de pronóstico reservado.

Más aún, asistimos a un porfiado empeño de sectores políticos y de la sociedad civil, que contando con el apoyo y la cobertura de los más grandes medios de comunicación, lleva a cabo una campaña de odio y desinformación, que procura criminalizar y judicializar al PT, difamar y destruir la hoja de vida al servicio del pueblo y la nación brasileña del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y la presidenta Dilma Rousseff, al tiempo que instrumentalizan las investigaciones de la llamada “Operación Lava-jatos” (Operación Lava-autos) para sembrar la desconfianza y el descrédito hacia PETROBRAS, patrimonio histórico del pueblo y la nación brasileña.

Como pieza fundamental de ese tinglado, montado por figuras y entidades de inocultables credenciales, como nostálgicos de la dictadura militar, partidarios del modelo neoliberal y promotores en el campo de la política exterior del llamado complejo de viralata, la revista EPOCA, del grupo Globo, ha difundido un reportaje: “Lula, el Operador”, en el que se presenta, apelando a la distorsión, la mentira y la fabulación, al expresidente Lula como un lobbista, consultor o empleado de grandes empresas brasileñas como Odebrecht.

En correspondencia con esa pauta mediática, en el plano judicial, la Operación Lava-autos, que dirige el juez paranaense, Sergio Moro, trajo en su fase 14, la novedad del encarcelamiento de Marcelo Odebrecht y Otavio Marques de Azevedo, presidentes de las multinacionales brasileñas, Odebrecht y Andrade Gutiérrez. Esa acción, que en opinión de renombrados juristas y expertos es “improcedente e ilegal”, más allá de su significado simbólico, utiliza la privación de libertad de los apresados como instrumento para conseguir “pruebas” a través del procedimiento de delación premiada, al que se acogieron desde el inicio de la acción de la Policía Federal, el casacambista (“doleiro”) Alberto Youssef y el exdirector de Petrobras, Paulo Roberto Costa.

Ya en el mes de mayo del 2015, la asesoría de prensa del expresidente Lula, en respuesta a las declaraciones de Alberto Youssef, a la Comisión de Investigación Parlamentaria (CPI), de Petrobras, señalaba: “Es inaceptable que una gran democracia como la del Brasil, con 200 millones de habitantes, una de las mayores economías del mundo, sea transformada en rehén de un criminal notorio y reincidente, de un reo que negocia declaraciones (testimonios) y garantiza para sí un porcentaje del dinero que ayudó a robar. Es increíble que un bandido, con ocho condenas, que ya engañó a la justicia en un acuerdo anterior de delación premiada, tenga escenario para atacar y calumniar sin ninguna prueba a algunos de los principales líderes políticos del país, legitimados democráticamente por el voto popular; que se dé crédito a criminales para señalar quién es quién, no es honesto en este país. Es una pena que parte de la prensa brasileña venga tratando bandidos como héroes, cuando tales personas se prestan a acusar, sin pruebas, los blancos escogidos por la oposición, cuando se prestan a difamar a líderes que la oposición no consigue derrotar en las urnas y teme enfrentar en el futuro. El Brasil merece ser tratado con más responsabilidad y seriedad”.

Mientras tanto, en diferentes puntos geográficos de nuestro continente y en el mundo, periódicos, revistas, redes sociales, televisión y radio hacen circular nuevas informaciones y distintas opiniones y puntos de vista sobre lo que pasa hoy en Brasil; claro está, siempre en función del lugar que se ocupa y de las opciones preferenciales que cada quien defiende o combate, respalda o rechaza, en unas sociedades en las que la vieja y bella lucha de clase sigue tan presente y viva, como el Sol y las estrellas, que nos anuncian los días y las noches.

Por mi parte, sigo apostando a que la esperanza venza al miedo y confiado en la indoblegable voluntad y la extraordinaria experiencia y sabiduría política del liderazgo del expresidente Lula y la presidenta Dilma, para defender, preservar y profundizar las conquistas históricas logradas en los últimos 12 años, en paz, libertad, justicia y democracia.

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