Que retumbe mejor que ayer

Dos ritmos caribeños fueron elevados a una dimensión global: el merengue dominicano y la rumba cubana. Ambos declarados como Patrimonio Cultural de la Humanidad, un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas a través de su agencia…

Dos ritmos caribeños fueron elevados a una dimensión global: el merengue dominicano y la rumba cubana. Ambos declarados como Patrimonio Cultural de la Humanidad, un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas a través de su agencia para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) que llena de orgullo a dos pueblos hermanados por la historia, la lengua, la cultura y la insularidad.

Nuestro merengue está sacudido por una avalancha de nuevas expresiones musicales y no tanto, que lo han relegado a unos planos muy cercanos a la frontera del olvido.

Nada que decir que no sepamos acerca de esta manifestación popular, para muchos enraizada en los resortes mismos de la idiosincrasia criolla, que se despierta al combinar el sonido saltón de la güira, la tambora y el acordeón, y todos los elementos que lo fueron transformando, sin perder sus esencias originarias. Así, tenemos el merengue de “monte adentro”.

Y es que el merengue desempeña un papel interesante en los más variados ambientes de la vida diaria, en el goce y disfrute del criollo.

Pero el merengue, ahora arrinconado por la bachata, el dembow, el reguetón, y todas esas manifestaciones de la llamada música urbana, ha perdido atractivo para las nuevas generaciones que se identifican con categorías y visiones distintas a las que predominaron cuando el merengue jugaba un rol más importante en la cohesión cultural y social dominicana.

Ahora nuestro merengue parece ser un simple referente del ayer, como si nos condujera a diferentes etapas de la historia política y social dominicana.

Y eso sugiere la necesidad de ir a su rescate. Que los dueños de la política cultural en sus más variadas expresiones lo agreguen a su carpeta de prioridades, para que el merengue sobreviva como un “valor nacional”.

No hay que anular otros ritmos, ni aborrecerlos, aunque puedan considerarse de cualquier manera, menos música.
Lo interesante es que esta declaración podría ser un nuevo aliento para músicos, intérpretes y amantes del merengue. Y sirva como una oportunidad para ir en su rescate.
Ya en 2005 se proclamó el 26 de noviembre como Día Nacional del Merengue. Es tiempo de que su ritmo, siempre bailable, retumbe mejor que ayer. 

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