En esta oportunidad, hemos querido analizar el tema de las bienales de arte, pues siempre existe la interrogante de ¿a qué llamamos bienal?, cuando el propio término remite al significado que literalmente expresa: “dos años”.
Desde finales del siglo XIX este término es asumido para designar uno de los eventos más importantes en materia de arte.
La primera es la Bienal de Venecia que data de 1895 y la segunda es la Bienal de Pittsburg en los Estados Unidos, La Carnegie International que fue creada en 1898. Sin embargo, fijaremos nuestra atención en la Bienal de Sao Pablo, iniciando como la tercera en su género con asiento en el hemisferio Sur, reconocida siempre por ser un evento alternativo en el circuito hegemónico y la primera en un país periférico.
Inicialmente las bienales se realizaban en coordinación con el Museo de Arte Moderno y fueron dedicadas a movimientos artísticos. Luego la colección que se había conservado hasta un momento, pasó a la Universidad de Sao Pablo, creandose así el Museo de Arte Contemporáneo, cerrando más tarde para la creación de la Fundación Bienal de Sao Pablo. Todo esto conllevó a que la bienal se desvirtuara y bajo las premisas adoptadas por la nueva institución, el coleccionismo de obras quedaba relegado a un plano inexistente.
Desde su creación, la bienal no ha sumado adeptos, sólo se ha mantenido, claro que las cifras han aumentado, porque la población también lo ha hecho. Pero a final de cuentas el porcentaje ha sido el mismo que en décadas anteriores. De ahí la siguiente inquietud del curador de la 28 edición del afamado evento, el especialista Ivo Mesquita: “Hay 200 bienales, 40 ferias, 500 museos y hay millones de galerías y se forman escuelas, y para qué? ¿Qué vamos a hacer con todo esto, manteniendo el 10% -como público-?”.
Ante tantas rupturas, contradicciones, intereses,… es necesario reflexionar para entender qué está pasando y cómo esto es asumido por el entorno. Continuará…
