Quisqueyanos imprudentes, gastemos

Si a Emilio Prud’Homme se le hubiese encomendado este año reescribir las letras de nuestro glorioso Himno Nacional, consternado por las cifras de las Cuentas Nacionales que fabrica nuestro Banco Central (BC), probablemente arrancaría a

Si a Emilio Prud’Homme se le hubiese encomendado este año reescribir las letras de nuestro glorioso Himno Nacional, consternado por las cifras de las Cuentas Nacionales que fabrica nuestro Banco Central (BC), probablemente arrancaría así: “Quisqueyanos imprudentes, gastemos, nuestro ingreso con satisfacción. Y del mundo a la faz ostentemos, nuestro fervor gastador y deudor”.Sé que algunos pensarán que no respetamos el llamado a la tregua política al que se han acogido los candidatos y los partidos que competirán en las próximas elecciones de mayo.

Es posible que el BC hubiese querido que la tregua aplicase a los articulistas que escribimos sobre temas que generan dudas sobre sus estimaciones de las Cuentas Nacionales. Pedimos excusas a los que piensen así, pero intentaremos que esta elucubración en tiempos de epifanía, esté libre de ironía.

Comencemos. Según nuestro BC, los dominicanos somos los latinoamericanos más dados al consumo, al gasto, al despilfarro. El 90% de nuestro producto interno bruto (PIB) es explicado, según el BC, por el consumo privado, es decir, por las compras de bienes y servicios por parte de las familias, los hogares dominicanos. ¡Increíble! Si Keynes hubiese sido dominicano, nunca habría escrito su Teoría General sobre la Ocupación, el Interés y el Dinero, pues en Quisqueya está clarísimo que puede faltar de todo, menos suficiencia de demanda efectiva.

Mientras en América Latina el gasto de consumo privado equivale en promedio a 69% del PIB, en nuestro país es 30% más alto {[(89.8/69.1)-1]x100}.

El Foro Económico Mundial afirma que la República Dominicana es el país  con el gobierno más despilfarrador del mundo, entre 142 naciones analizadas en el 2011. Pero si nuestro gobierno es despilfarrador, ¿qué calificativo deberíamos asignar al sector privado que más gasta en toda la América Latina y el Caribe?
Según nuestro BC, mientras el gasto de consumo privado fue de 90% del PIB en el 2010, el gasto de consumo del gobierno fue de sólo 3%, lo que quiere decir que por cada peso que gastó el Gobierno más despilfarrador del mundo, el sector privado gastó 30. ¡Sópla! ¿Ya comprenden el porqué del cambio en la primera estrofa del Himno?

Pero lo más preocupante es que ese espíritu de gasto tan desenfrenado que tenemos los dominicanos no está saciado. ¿Por qué decimos esto? Porque según Latinobarómetro 2011, los dominicanos somos los latinoamericanos con el mayor índice de insatisfacción en cuanto al poder de compra de nuestros ingresos y salarios. Somos los que más nos quejamos en el Continente porque el dinero no nos alcanza para comprar lo que necesitamos y enfrentamos serias dificultades para sobrevivir. ¡Qué barbaridad!

Estoy seguro que Keynes estaría perplejo frente a esta aparente inconsistencia. Pero como economista brillante que fue, observaría que nuestro salario mínimo es uno de los más bajos del Continente, cuando se mide en dólares con tasas de conversión de poder adquisitivo (PPP).

Keynes pensaría que si el salario es muy bajo, el dinero no alcanza, todo se va en consumo y entonces el ahorro sería prácticamente nulo. ¡Eureka! Resulta que la RD es el país de la región con el menor nivel de ahorro nacional, apenas 3% del PIB en el 2010. 

Pero Keynes, que era muy curioso y trataba siempre de observar el cuadro completo, habría visto que países con niveles de salarios mínimos similares o en la vecindad del nuestro, tienen niveles de consumo menores y de ahorro mayores. Uruguay y Bolivia, por ejemplo, con salarios mínimos de 258 y 215 dólares mensuales, cercanos al 221 nuestro, tienen un gasto privado de 71% del PIB y ahorros nacionales equivalente a 18% y 26% del PIB, respectivamente. La hipótesis del salario mínimo, por tanto, Keynes la descartaría rápidamente.

¿Qué quedaría? Keynes volvería a la ecuación fundamental de su modelo. Y = C + I + G + X – M, donde Y es el ingreso nacional (PIB), C es el gasto de consumo privado, I es la inversión, G es el gasto del gobierno, X son las exportaciones de bienes y servicios y M son las importaciones de bienes y servicios. Iría al Banco Central y preguntaría cómo ellos llegan al estimado del consumo privado (C).

Allí, nuestros expertos de cuentas nacionales, le dirían que el consumo es una cuenta zafacón. ¿Zafacón? Preguntaría Keynes. Si, zafacón. Fíjese profesor, lo que nosotros hacemos aquí es que calculamos el PIB, que es la Y en su modelo, luego estimamos la inversión (I), conocemos el gasto del gobierno (G) y con los datos de Aduanas  y los nuestros, calculamos las exportaciones (X) y las importaciones (M). Con esos datos, despejamos el consumo (C) de la ecuación y obtenemos C= Y + M – I – G –X.  Conociendo Y, M, I, G y X, determinamos C, el consumo privado. Por eso es que decimos que es una cuenta zafacón.

Keynes, al recibir la explicación, se marcha. Pero en el camino se detiene y pregunta: ¿Entonces, si por alguna razón, ustedes inflan el PIB el consumo les daría altísimo? Así es, profesor.

Conforme, Keynes espera el elevador del piso 12 para bajar. Entra al elevador y cuando la puerta va a cerrar, un funcionario del BC mete el brazo y pregunta: Por causalidad, ¿antes de venir usted se reunió con Andy?

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